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Una noticia recorre el mundo: Fidel Castro cruzó al sur del Paralelo 17

Por Rafael Suengas Martínez*

A lo largo del tiempo y, de modo recurrente, se ha afirmado que la causalidad se expresa también por intermedio de la casualidad. ¿Será verdad –y de ser cierto–, en qué medida se cumple? El día 19 de mayo tiene un significado muy especial para los pueblos de Vietnam y Cuba. Un 19 de mayo pero de 1890 nace el presidente Ho Chi Minh; otro 19 de mayo, pero de 1895, muere en combate José Martí en Dos Ríos.

En una línea de sucesión, pareciera que uno se levanta e incorpora al combate cuando el otro lo prosigue desde la inmortalidad. Pero finalmente la coincidencia entre el nacimiento y la muerte de uno y otro, es absolutamente casual.

Lo que no es casual es que ambos fueros poetas, que encontraron en la revolución y en la lucha por la plena independencia de sus pueblos, la expresión más hermosa del verso.

Con apenas 17 años de vida, Martí es procesado por el delito de «infidencia», condenado a seis años de trabajo forzado, que debe cumplir en las canteras de San Lázaro. Ceñida desde su cintura, una cadena termina en un grillete atado a su pie, del que debe arrastrar una bola de metal. En una visita que le hace su anciano padre, el pobre viejo no puede ocultarle las lágrimas cuando aprecia «aquellas aberturas purulentas, aquellos miembros estrujados, aquella mezcla de sangre y polvo, de materia (pus) y fango, sobre que me hacían apoyar el cuerpo, y correr, y correr». Como recluso forma parte de la I Brigada, con el número 113. Desde el presidio, con fecha 28 de agosto de 1870 le escribe a su madre:

Mírame, madre, y por tu amor no llores:
Si esclavo de mi edad y mis doctrinas,
Tu mártir corazón llené de espinas,
Piensa que nacen entre espinas flores.

El tiempo no curará sus heridas, le acompañarán hasta el final de sus días. En 1872 enferma, después de haber sido operado dos veces de un sarcocele producido por la cadena de presidiario cuando trabajaba en las canteras de San Lázaro, en La Habana.

De todo ello resultará en el tiempo la confirmación del único sentido de su vida, lo expresa en su carta testamento político a Federico Henríquez y Carvajal, el 25 de marzo de 1895: “para mí la Patria no será nunca triunfo, sino agonía y deber”.

Del otro lado del mundo, entre septiembre de 1942 y octubre de 1943, Ho Chi Minh es sometido a reclusión en las prisiones del Kuomintang. Escribe su hermoso poemario conocido como Diario de Prisión. Otro poeta y comunista, el cubano Félix Pita Rodríguez, al traducirlo al español, toma en préstamo una frase de Walt Whitman: «Quien abre este libro toca un hombre».

Cada día le dan medio cubo de agua. Debe decidir entre usarlo en el aseo o hacer un té. Los piojos y la sarna, acometen sin misericordia su hambreada humanidad.

Por la noche “Los Cepos”
Como demonios crueles, con su hocico voraz,
de noche nuestras piernas atrapan y devoran.
El pie derecho hundido en su fauce bestial,
libre el izquierdo y solo, moviéndose en la sombra.

En el conocido Poema “Uno” de su Diario de Prisión exclama:

Es tu cuerpo el que está en prisión:
tu espíritu no puede ser encarcelado.
Cuanto más alta pone su meta el corazón,
tanto más ha de estar mejor templado.

Un hombre absolutamente alejado de toda filiación marxista, el español José Ortega y Gasset, fundador de la filosofía de la «razón vital», en su libro La Rebelión de las Masas, publicado en 1930 afirmó: «Es falso decir que la historia no es previsible. Innumerables veces ha sido profetizada. Si el porvenir no ofreciese un flanco a la profecía, no podría tampoco comprendérsele cuando luego se cumple y se hace pasado».

En 1889 se publica La Edad de Oro: Publicación mensual de recreo e instrucción dedicada a los niños de América. Es su editor José Martí. En su cuarto número, titulado: «Un paseo por la tierra de los anamitas», se afirma por el Apóstol de Cuba: «También, y tanto como los más bravos, pelearon, y volverán a pelear, los pobres anamitas, los que viven de pescado y arroz y se visten de seda, allá lejos, en Asia, por la orilla del mar, debajo de China».

En otra parte del texto, se hace eco de los anhelos de aquel pueblo “…y cuando los franceses nos han venido a quitar nuestro Hanoi, nuestro Hue, nuestras ciudades de palacios de madera, nuestros puertos llenos de casas de bambú y de barcos de junco,nuestros almacenes de pescado y arroz, todavía, con estos ojos de almendra, hemos sabido morir, miles sobre miles, para cerrarles el camino. Ahora son nuestros amos; pero mañana ¡quién sabe!”. Finalmente proclama: “A los pueblos pequeños les cuesta mucho trabajo vivir. El pueblo anamita se ha estado siempre defendiendo”.

Sobre esta tierra fecundada por el respeto, la admiración, el amor mutuo, el apego sin límite a la soberanía e independencia de los pueblos de Cuba y Vietnam, sobre esa tierra atendida culturalmente por Martí y Ho Chi Minh, sobre esa tierra amada de Vietnam, será depositada en el surco, la semilla de fuego de Fidel.

En el Eclesiastés, del Antiguo Testamento se dice: «Para todas las cosas hay sazón, y todo lo que se quiere debajo del cielo, tiene su tiempo». Para los pueblos de Vietnam y de Cuba, el 3 tiempo de curar, y tiempo de edificar; 4 tiempo de reír, y tiempo de bailar; 5 tiempo de abrazar; 8 tiempo de amar, y tiempo de paz: será muy largo de alcanzar; porque ha predominado el tiempo de aborrecer, el tiempo de guerra, por los enemigos de la humanidad.

Desde 1860 enfrentará el pueblo vietnamita al colonialismo francés, combatirá también al militarismo japonés que le sustituye durante la II Guerra Mundial. Después que el presidente Ho Chi Minh, el 2 de septiembre de 1945, ante miles de personas reunidas en la plaza Ba Dinh, leyó la Declaración de Independencia de la República Democrática de Vietnam, combatirá nuevamente sin descanso a los ocupantes franceses, hasta que se le expulsa tras la histórica victoria de Dien Bien Phu el 7 de mayo de 1954 y, el inicio de la Conferencia de Ginebra sobre Indochina el día 8 del propio mes.

Con estricto apego a la verdad histórica, se puede afirmar que los Estados Unidos, desde mucho antes de la batalla de Dien Bien Phu, habían fijado su interés en Vietnam. Es por ello, que también –en sentido estricto–, es absoluta e incontrovertible, la verdad de que desde 1945 y hasta el 30 de abril de 1975, en que fue liberada Saigón, hoy ciudad Ho Chi Minh, durante 30 largos años, el hermano pueblo de Vietnam no dejó de luchar jamás; bajo el radiante sol o el embate de los monzones, bajo los bombardeos de los B-52 o las macabras armas antipersonales, en medio del hambre e incluso de la hambruna. ¡Honor y Gloria para el pueblo de Vietnam!

En párrafo anterior se señaló que desde antes de la batalla de Dien Bien Phu, se hizo patente la existencia del interés de Estados Unidos en Vietnam. No es una afirmación al azar. Respecto a ello Ho Chi Minh precisa: “Desde el inicio de la guerra, los norteamericanos suministraron dinero y armas a los franceses;… Y esta ayuda ha sido intensificada especialmente desde junio de 1950, después de la intervención de los norteamericanos en Corea”.

A confesión de parte, relevo de prueba, se dice en Derecho. El 4 de agosto de 1953, el presidente Einsenhower en el curso de una Junta de Gobernadores convocada por él y que sesiona en Seattle declara: «Asumamos que perdemos Indochina… El estaño y el tungsteno dejarán de venir… De manera que cuando Estados Unidos vota 400 millones de dólares para ayudar esa guerra, no estamos votando un programa cualquiera». En el mismo sentido obran las palabras de John Foster Dulles, secretario de Estado de los Estados Unidos, quien el 13 de enero de 1954 afirmó: «Los intereses de Estados Unidos en el Lejano Oriente, desde el punto de vista estratégico, están estrechamente vinculados con la llamada cadena de islas del litoral. Esta cadena comprende dos bases continentales: Cores, en el norte, y, si es posible, Indochina, en el sur».

En mayo de 1954 –coincidiendo con las acciones en Dien Bien Phu–, Estados Unidos propone a Francia la «Operación Vantour», que consistía en llevar a cabo raids aéreos con aviones B-29 de Estados Unidos, en la finalidad de desorganizar las fuerzas del ejército comandadas por el legendario general Vo Nguyen Giap.Ello sería confirmado por el general francés Henri Navarre, último jefe del Cuerpo Expedicionario francés en Indochina, en su libro Agonía de Indochina, publicado en París en 1956.

¿Qué posición adoptó Estados Unidos ante los Acuerdos concluidos en Ginebra, los días 20 y 21 de julio de 1954? Su representante en la Conferencia, el subsecretario de Estado, Bedell Smith, con fecha 21 de julio expresó lo siguiente: “Como he declarado el 18 de julio, mi gobierno no está dispuesto a asociarse a la declaración de la Conferencia… No obstante, Estados Unidos hace la declaración unilateral en lo concerniente a su posición en este asunto, como sigue:

Declaración

I) se abstendrá de la amenaza o uso de la fuerza para inquietarlos, conforme al Artículo 2 (4) de la Carta de las Nacones Unidas,, que trata de la obligación de sus miembros de abstenerse de la amenaza o del uso de la fuerza en sus relaciones internacionales y que,

II) considera con una viva inquietud toda reanudación de la agresión, como una violación de los Acuerdos mencionados, que amenazan seriamente la paz y la seguridad internacionales.

En lo concerniente a las elecciones libres en Viet Nam, «mi gobierno quiere precisar su posición expresada en la declaración siguiente, hecha en Washington el 29 de junio de 1954: en el caso de naciones actualmente divididas contra su voluntad, nosotros continuaremos buscando la unidad por medio de elecciones libres bajo la vigilancia de las Naciones Unidas, a fin de garantizar que son hechas legalmente».

Con fecha 22 de julio, un día después de firmados los Acuerdos de Ginebra, el presidente Eisenhower declaró que: «Estados Unidos no está atado por las decisiones tomadas en la Conferencia». En Vietnam hay en ese momento 200 norteamericanos a título de “asesores”.

Para el 19 de noviembre, Le Tribune des Nations da a conocer el «Plan Mansfield», el cual descarta la celebración de las elecciones generales previstas por los Acuerdos de Ginebra para ser celebradas en 1956, porque serían desfavorables al régimen de Bao Dai. El plan contempla la transformación del Paralelo 17 en una frontera similar a la existente en Corea.

Entre 1955 y diciembre de 1957 el régimen de Ngo Din Dien (quien ha derrocado al emperador Bao Dai) recibe una ayuda militar de Estados Unidos, por un monto equivalente a 537 millones de dólares.

La espiral ascendente del intervencionismo de Estados Unidos en Vietnam, iniciaba una nueva fase. Su política se definiría desde entonces por la sentencia de Mefistófeles: «Quien tiene la fuerza, tiene también el derecho. Se tiene en cuenta el qué, y no el cómo». Fausto. (J.W. Goethe).

Así habían actuado en Cuba, cuando tras aprobar el Congreso de los Estados Unidos la llamada Resolución Conjunta (Joint Resolucion) el 11 de abril de 1898, la cual establecía que «la isla de Cuba es, y de derecho debe ser libre e independiente», mutilaron la soberanía y la independencia de nuestro pueblo y, establecieron un régimen neocolonial.

Así volverían a actuar tras el Acuerdo de París, suscrito el 27 de enero de 1973: «Sobre la Cesación de la Guerra y el Restablecimiento de la Paz en Viet Nam».

La firma de los Acuerdos de París de 1973 abrió una puerta a la esperanza de toda la humanidad. El Premio Nobel de la Paz, correspondiente a ese año le fue entregado a Henry Alfred Kissinger (por los Estados Unidos) y a Le Duc Tho (por la República Democrática de Viet Nan) en reconocimiento a su condición de negociadores del Acuerdo. Le Duc Tho finalmente se negó a recibirlo, como expresión de digno rechazo ante el incumplimiento por la parte estadounidense, de la letra y el espíritu de un documento de Derecho Internacional que adicionalmente fue refrendado por los ministros de Relaciones Exteriores de Canadá, República Popular China, República de Francia, Gobierno Revolucionario Provisional de la República de Viet Nam del Sur, República Popular de Hungría, República de Indonesia, República Popular de Polonia, Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la denominada República de Viet Nam.

Durante el período en que se llevaron a cabo las conversaciones de París (1968-1973), Estados Unidos pasó desde los 200 efectivos que tenía en el régimen títere de Vietnam del Sur en calidad de «asesores» (en 22 de julio de 1954), hasta 500 mil efectivos de sus fuerzas armadas regulares, que incluían nada menos que la 82 División Aerotransportada y la 101 División Aerotransportada, Tropas Élite de Asalto Aéreo, que constituían por entonces el orgullo o “las niñas de los ojos del Pentágono”. Se subordinaban a los mandos militares de Estados Unidos, más de 1 millón 500 mil efectivos del régimen títere de Vietnam del Sur, y tropas satélites de Australia, Nueva Zelanda, Tailandia, Corea del Sur y Filipinas.

Hacía falta más para vencer la determinación de este pueblo. Por eso emplearon los bombarderos estratégicos B-52 nuclear y convencional de gran alcance, portadores de cohetes crucero Aire-Superficie, con una velocidad de 1045 km/h y techo de 15250 m.

Eran considerados invulnerables. Para doblegar al Norte del 18 de diciembre al 30 del propio mes de 1972, Nixon ordenó el bombardeo de la República Democrática de Vietnam por unos 150 B-52 y centenares de cazabombarderos en acciones diarias. La defensa vietnamita derribó 81 aviones norteamericanos, entre ellos 34 invulnerables B-52.

En adición, seleccionaron el personal óptimo para la dirección de su agresión a un pequeño país. La primera selección fue un graduado y ex-profesor de la Universidad de Harvard, ex presidente de la Ford Motor Company, Robert S. McNamara, quien durante la II Guerra Mundial con vesania, dirigió personalmente el ataque con bombas incendiarias a zonas pobladas de Japón, donde predominaban las viviendas de madera. Para optimizar su trabajo utilizó métodos de programación lineal, con el notable concurso de la Rand Corporation. La operación fue tan exitosa que hubiera merecido la envidia de Nerón.

Sobre el teatro de operaciones en tierra, se destacaron los generales William C. Westmorelan (l964-1968) y Creigton Abrams –quien le sustituyó como Comandante en Jefe de las tropa de Estados Unidos en Vietnam–, los que hicieron de la consigna de
“Matarlo todo, Quemarlo todo, Arrasarlo todo”, una tarea diaria de las tropas. Fueron ellos, los que concibieron la tesis de que “el guerrillero se mueve entre el pueblo como el pez en el agua. Sequemos la fuente”. De ahí el surgimiento de las llamadas “aldeas estratégicas”, versión rediviva y extrapolada, de la reconcentración de un gnomo homicida nombrado Valeriano Weyler.

Mas el anticomunismo en Richard Milhous Nixon era de carácter visceral. Entre 1948 y 1949, adquirió notoriedad en el Congreso de Estados Unidos, como miembro del Comité de Actividades Antiamericanas (verdadera Cacería de Brujas), dirigido por el tristemente célebre senador McCarthy. Igualmente de intenso fue su odio hacia nuestro Comandante en jefe, manifiesto desde su primer contacto personal en abril de 1959. En sus Memorias, Six Crises confesó su autoría en la idea inicial de una invasión armada a Cuba (tras su encuentro con Fidel), expresada en un memorandum secreto dirigido al presidente Eisenhower, a los miembros del Consejo de Seguridad Nacional y a la dirección del Pentágono y la CIA.

Será Nixon quien bajo su administración incremente (como complemento a las «aldeas estratégicas») el uso de tetraclorodibenzo-p-dioxina (TCDD), contenido en el Agente Naranja (también Blanco, Azul, Rosa, Verde y Violeta), llamado así por el color de su envasado, el químico más tóxico conocido por la ciencia, cuyo objetivo es secar las hojas de los bosques, y dejar sin alimento y protección a los presuntos “enemigos”.

Es un agente externo (agente naranja) que provoca efectos teratógenos (del griego teratos, «monstruos», y genes, «nacimiento»). Aún hoy en Vietnam nacen niños con deformaciones teratogénicas. Aún existen zonas en la geografía de Vietnam, donde no se ha restablecido la cadena ecológica. La Memoria de la Humanidad no perdonará jamás a los culpables del delito de Genocidio.

La guerra está perdida, el imperio lo sabe, pero con su proverbial soberbia se rehúsa a reconocerlo. Está perdida en el plano militar, pero grande es también su descalabro en los planos político, económico, financiero y diplomático. En Vietnam, las escenas que se repiten de los bonzos budistas que rocían su cuerpo de gasolina y a continuación se prenden fuego, en señal de protesta contra la agresión, se aprecian en los televisores de todos los hogares, en todas las latitudes. Se ha constituido el Tribunal Russell, en honor del filósofo británico, notable pacifista y Premio Nobel de Literatura, donde se denuncian los delitos de lesa humanidad. A sus sesiones acuden destacadas personalidades como el filósofo y dramaturgo francés Jean Paul Sartre, quien denuncia las atrocidades de los Estados Unidos en Vietnam. Allí también se escucharán las denuncias de destacados juristas, médicos y científicos cubanos, agrupados en el Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam –constituido en 1963– que preside la Heroína del Moncada, Dra. Melba Hernández Rodríguez del Rey.

Hacia el interior de la sociedad norteamericana, es creciente y manifiesto el rechazo del noble pueblo de los Estados Unidos hacia aquella guerra sucia y genocida. En 1970, en el campus de la Universidad de Kent, se produce una manifestación de protesta, la que fue reprimida por la Guardia Nacional, que dispara contra la multitud. Como resultado fallecieron cuatro estudiantes y nueve resultaron heridos. Se hace recurrente la quema de las cartillas de inscripción al servicio militar. Las principales personalidades del arte, la literatura y el cine, se oponen a la guerra.

La supremacía de que siempre disfrutó el dólar de los Estados Unidos, desde julio de 1944 tras la Conferencia de Bretton Woods, sufrió un serio quebranto en virtud de la política de altos gastos militares –derivada de su implicación en la guerra de Vietnam– que finalmente se tradujo en una pérdida de la confianza en esa moneda. Desde la Conferencia de Bretton Woods, surgió un nuevo sistema monetario internacional que tuvo en la creación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, sus dos principales columnas, en el objetivo de lograr estabilidad de los tipos de cambio. De hecho, desde esa fecha y hasta 1970, el dólar se convirtió en la moneda líder a nivel mundial, al servir como unidad de cuenta, de medio de cambio y como depósito de valor a nivel internacional. Era libremente convertible y 1 dólar equivalía (se cotizaba) a 35 onzas de oro troy. La guerra de Vietnam determinó el crecimiento del déficit en la balanza de pagos de Estados Unidos. La oferta era superior a la demanda e hizo urgente su devaluación. Se produjo una falta de confianza en su fortaleza económico-financiera. El déficit en la balanza comercial de Estados Unidos pasó de 2300 millones de dólares en 1971 a la cifra casi triplicada de 6400 millones de dólares en 1972. El 15 de agosto de 1971, el presidente Richard Nixon suspendió la convertibilidad del dólar en oro.

Esa era la situación reinante cuando se produce la anhelada visita de nuestro Comandante en Jefe a Vietnam, en septiembre de 1973.
El desembarco del yate Granma por sus 82 expedicionarios, se produjo el día 2 de diciembre de 1956. Exactamente cuatro años después, el 2 de diciembre de 1960, se establecieron las relaciones diplomáticas ente Cuba y Vietnam. ¿Será también ese hecho trascendente otra obra de la casualidad?

Nuestro Comandante en jefe y el entrañable Tío Ho, nunca se encontraron personalmente. Siempre y de modo que encontró su expresión verbal, Fidel recordó esa circunstancia con dolor. Pese a ello a estos hombres les unió una entrañable corriente de respeto, admiración y cariño de hermanos de sueños y luchas. A lo largo del tiempo, dejando a mi imaginación libre curso, he recreado de modo ideal, cómo habría sido el encuentro de esos dos gigantes. Al calificarles de ese modo, no hay ninguna vocación que implique una asunción de ellos como seres perfectos o químicamente puros.

Fueron seres humanos, que al igual que Carlos Marx, Simón Bolívar, Lenin y José Martí, de seguro sufrieron fiebre y procesos gripales. También esa desconocida mordedura del primer amor. Lo que les confiere la condición de gigantes, es su enorme vocación y compromiso de servir a la Patria, al Pueblo, a la Humanidad toda.

En más de una ocasión, el Presidente Ho Chi Minh expresó que entre Fidel y él, la única diferencia que existía era que su barba era blanca y la de Fidel era negra.

Al llegar a este punto, no puedo evitar el recuerdo de aquella sentencia del más notable poeta de la Generación del 98, Antonio Machado, quien afirmó: «Lleva el que deja, y vive el que ha vivido» ¿Cómo habría sido el encuentro de las miradas de esos dos hombres, en cuyas vidas pareciera resumirse el saber de los saberes?

Desde el amor –en los años sesentas–, no pude evitar la curiosidad de poder apreciar la naturaleza de algunos regalos que le enviaba Fidel a Ho Chi Minh. Fue en la casa del Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam, sita en la calle I entre 15 y 17, Vedado, del cual tuve el honor y el privilegio de pertenecer. Llamó mi atención una mesa y un par de sandalias. La mesa la vi muchas veces después en filmes y fotos, donde aparecía el Tío Ho escribiendo en el jardín de su casa (ocupada en el pasado imperial por la servidumbre) , en gesto sereno y concentrado. En cuanto a las sandalias, estaban muy bien elaboradas, eran muy sencillas, pero se destacaba el empleo de una piel muy suave, para que sintieran alivio, los cansados pies de Ho Chi Minh. Pero lo que más sorpresa me causó, fue la existencia de una réplica exacta en miniatura de aquellas sandalias, cuyas dimensiones no eran mucho mayores que una caja de fósforos. Era una muestra de toda la ternura con la que los obreros del calzado habían confeccionado ese regalo.

Vietnam tuvo para Fidel una importancia muy particular, por eso desde siempre, asumió, definió y orientó que se cuidara con esmero y amor aquella relación especial.

Cuba fue el primer país de nuestra región en establecer relaciones diplomáticas con Vietnam, el primero en acoger una representación del Frente Nacional de Liberación, más tarde Gobierno Revolucionario Provisional de Vietnam del Sur; en abrir una Embajada en plena selva, el 4 de marzo de 1969, cuando el compañero Raúl Valdés Vivó, presentó las Cartas Credenciales ante el Presidente del FNL de Vietnam del Sur, doctor Nguyen Huu Tho, para dejar constituida (al sur del Paralelo 17) una embajada insólita, como la definió Le Figaro. En declarar el año 1967, «Año el Vietnam heróico”.

Han pasado muchos años, el tiempo –como siempre–, ha hecho su trabajo. Aún me siento convocado por aquella declaración de Fidel, “¡Por Vietnam estamos dispuestos a dar hasta nuestra propia sangre!”

Días antes del arribo de Fidel a Vietnam, el premier Pham Van Dong sostuvo una conversación con nuestro embajador, el compañero Raúl Valdés Vivó. La razón del encuentro era exponer a la Parte cubana, las profundas preocupaciones que tenía la alta Dirección del Partido, es decir, su Buró Político, por la seguridad, por la vida de nuestros Comandante en Jefe. Fidel de modo respetuoso (aunque firme) había puesto a modo de condición, visitar la zona liberada al sur del Paralelo 17.

El inicio de la visita estaba anunciado para el día 12 y hasta el 17 de septiembre de 1973. En adición, se pronosticaba la emergencia de un tifón de grandes proporciones e intensidad. A modo resignado y, con la sabiduría dada por una vida como la suya, PhamVan Dong concluyó que Fidel era santiaguero y que de todas maneras iba a visitar la zona de guerra. Finalmente, añadió que comprendía a Fidel, porque «él también era santiaguero», porque era del Sur.

Fidel Castro Ruz, a lo largo de su vida había desafiado muchas veces –quizás demasiadas–, la muerte. Con el respeto absoluto que le caracterizó y con la anuencia de la Dirección vietnamita, nada podría detenerle en su decisión de marchar a la Cuarta Zona, en particular a Quang Tri. En sus años de estudiante universitario, enfrentó el «Bonche», expresión usada para designar al gansterismo que había anidado en la Universidad de La Habana, se enroló en la expedición de Cayo Confites para liberar a la hermana República Dominicana de la tiranía trujillista, participó en las jornadas del Bogotazo, dirigió el Asalto al Cuartel Moncada, la segunda fortaleza militar del país.

Desde México enunció:»En 1956 seremos libres o mártires». El 2 de diciembre de 1956, desembarca al frente de 82 expedicionarios del Granma. Cinco años, cinco meses y cinco días después del Asalto al Cuartel Moncada, triunfó la Revolución Cubana. Desde el día 1 de enero de 1959 (quizás desde antes) y hasta el fin de su vida luminosa, enfrentó no menos de 600 planes de atentados. Había estado en la primera línea y dirigido los combates en Playa Girón. Estuvo al frente de su pueblo en «los días luminosos y tristes de la Crisis de Octubre». Dirigió en el orden estratégico, la marcha de las tropas cubanas en Angola, hasta conducirlas hacia la derrota del oprobioso régimen del Apartheid.

Siempre –en todas las tribunas defendió a Vietnam -, expresando un sentimiento de gratitud en tanto que cubano, pero tembién como miembro de la familia humana.

Ese era el hombre que finalmente en la mañana del día 14 de septiembre de 1973, en compañía de Pham Van Dong, y de sus compañeros cubanos y vietnamitas, partió a las zonas donde la guerra fue más encarnizada.

Al llegar a este punto, debemos estar apercibidos de una elemental verdad: la condición de recién liberada, que tras duros combates de miles de bajas alcanzó Quang Tri no se traducía en modo alguno en ausencia de peligro. Un dato ilustrativo: Quang Tri está inmediatamente al sur del Paralelo 17. Para llevar a cabo sus bombardeos a Hanoi, los bombarderos estratégicos B-52, despegaban desde la isla de Diego García en el Océano Indico. Fidel Castro Ruz fue el primero y el único jefe de Estado, que estuvo en la zona de guerra al sur del Paralelo 17, se encontraba a 20 Km de una base del enemigo.

Las heroicas tropas del Ejército Popular de Vietnam, sus victoriosos hermanos de armas del Sur, las Fuerzas Armadas Populares de Liberación que conocían a aquel héroe verdadero –porque era leyenda–, sentían una gran respeto hacia aquel amigo, aquel hermano de demostrada lealtad.

Desde lo alto de la Colina 241, erguido en toda su estatura, o con su pie encima de un cañón autopropulsado de 175 mm de calibre, con sus firmes manos levantó la bandera llena de órdenes y medallas de la gloriosa División 304, y dirigiéndose a los combatientes en voz alta, como si fuera una orden les dijo: «Lleven y coloquen esta bandera invencible en el centro de Saigón», «Nos vemos en Saigón después de la liberación total de Viet Nam del Sur».

En ese clímax, el legendario General de Ejército, Vo Nguyen Giap, entregó a nuestro Comandante en jefe, el sello de combatiente de Dien Bien Phu. A lo largo de su recorrido, Fidel pudo apreciar los daños ocasionados por aquella agresión; también el espíritu, la cultura de resistencia de ese pueblo. La amada patria de Ho Chi Minh, semejaba un paisaje lunar. Por todas partes los cráteres cubrían el terreno con depresiones o huecos de gran diámetro y profundidad. Desde un concepto de civilización, en que lo que predomina no es el reino de las cosas sobre los hombres, sino un mundo caracterizado por el gobierno de los hombres sobre las cosas, los cráteres se utilizaban para el cultivo de peces. En uno de sus bordes, se leían letreros que decían:

«Gracias, presidente Johnson», o en su defecto: «Gracias, presidente Nixon».

Definitivamente, ante esa cultura el imperio estaba derrotado. Su miseria moral, no le exime de su dolosa actuación. Bombardearon los diques para provocar inundaciones y propiciar el tracoma. Bombardearon los leprosorios y los sanatorios antituberculosos, con insania, para convertir a los enfermos en vectores. No he dicho todo, tampoco puedo callar. Utilizaron el Napalm, el Super napalm, el Fósforo Blanco, la Termita.

¿Se ha dicho todo? Definitivamente, NO. Diseñaron como arma antipersonal bombas de balines plásticos. ¿Para qué? Para que no fuern detectadas por las radiografías. Para provocar mayores sufrimientos… para obligar a los pueblos a implorar: miserere. Durante el viaje, nuestro Fidel se cruzó con heridos y mutilados. Por su intenso dramatismo, tomo un testimonio, se trata de un niño:

PORQUE FIDEL LLORÓ

Fue el 16 de septiembre de 1973, fui conducido a ver a Fidel Castro, de quien el soldado de las fuerzas de liberación que me fue a recoger me dijo, en forma confidencial: «Vas a encontrarte con un occidental fiel a nuestra causa», cosa que recuerdo siempre, y que no podré olvidar jamás. . . Cuando el carro que me transportaba se detuvo a su lado, Fidel, tomándome por las axilas me condujo hacia la casa con sus manos firmes; con una me atraía hacia su pecho y con la otra me acariciaba la cabeza y las orejas con ternura, como si yo fuera un hijo suyo, un pionero de su tierra al que hacía mucho tiempo que no veía. Al tiempo que me acariciaba, me decía cosas tiernas y sentimentales que yo no entendía.

Cuando acariciaba mis brazos mutilados por los codos, sus manos apretaban más mi cuerpo. Sus labios se presionaban contra mi rostro, mis ojos, mis mejillas, no permitiéndome distinguir más que sus barbas espesas y duras que se metían en mis ojos húmedos.

Fidel lloraba. Inquieto, emocionado, pegaba mi cabeza a su cuello, a sus hombros y también lloraba. Yo aún no sabía quién era, pues sólo me habían dicho que era «un occidental fiel a nuestra causa».

Esa vez lloré porque Fidel lloró. El me compadecía porque yo estaba rengo y con los brazos mutilados y por el odio que sentía hacia los imperialistas yanquis que provocaban estas escenas de dolor. Pham Tung Thien (pequeño escolar).

Al finalizar la visita, la Dirección del Partido interesó de Fidel ayuda para acelerar la reparación y construcción de la Ruta Ho Chi Minh. De inmediato la Dirección cubana destinó 6 millones de dólares, para adquirir en Japón equipos pesados para la construcción, los que finalmente burlando los servicios de inteligencia de varios países, llegaron a Vietnam.

El 30 de abril de 1975, los tanques de la fuerzas de liberación, rompieron el portón y ocuparon la embajada de Estados Unidos en Saigón. Se había construido a un costo de 20 millones de dólares (ad valorem de la época).Como los aviones B-52, también era «invulnerable». Finalmente se cumplió la «La Leyenda del Lago de la Espada Restituida», nuevamente el Norte y el Sur se unieron.

Entre Cuba y Vietnam hay 12 horas de diferencia. En los tiempos de la guerra de agresión a la patria del Tío Ho, se decía: «Mientras uno descansa, el otro vela por su sueño». Desde el punto de vista geográfico, estamos en la antípoda Tenemos un legado que nos une, es el caudal hereditario de Martí, el Tío Ho y, Fidel. Es deber de todos, ahora y después, cuidarlo como la niña de nuestros ojos. Juntos hemos estado en los tiempos difíciles, la historia de nuestros pueblos se resume en cuatro palabras:

«Ad augusta per angusta». No se llega al triunfo sino venciendo mil dificultades.

Nadie lo dude. ¡VENCEREMOS!

*Miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos. Fue miembro de la Dirección del Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam.

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Un comentario

  1. javier napoleon paladino

    Excelente articulo, el mundo actual debe enterarse por medio de estas informaciones la bajeza moral de los grupos de poder de los estados unidos, sobre todo del complejo militar industrial, que no solo desean mantener a los pueblos bajo sus botas malolientes, sino robar sus recursos naturales preciados, sin embargo cuando los pueblos entienden el criterio de libertad, nadie, pero, nadie logrará impedir que construyan el futuro de libertad y paz que todos los seres humanos anhelamos y estamos obligados a construir.

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