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A 60 años del triunfo de la Revolución cubana: René González Barrios

Panel realizado en el Palacio de Convenciones, durante la celebración de la IV Conferencia Internacional Por el equilibrio del mundo.

30 de enero de 2019

Para nadie es un secreto y todos los que conocen un poco de la historia de Cuba, saben que el gobierno de Estados Unidos desde su surgimiento como nación, pretendió apropiarse de la isla de Cuba e incorporarla a su geografía. Cuando buscamos la cartografía norteamericana del siglo XIX y de principios del siglo XX, antes de 1902 encontraremos en los mismos colores del mapa de Estados Unidos, dibujado, el territorio cubano. Siempre la pretensión de apoderarse de nuestra isla, pretensión que quedó plasmada doctrinalmente a partir del año 1823, cuando John Quincy Adams enarboló la famosa teoría de la Fruta Madura, en la que Cuba inevitablemente caería en su momento, en el seno de los Estados de la Unión y se incorporaría a Estados Unidos.

¿Cuál fue la política de nuestro enemigo del norte en el siglo XIX mientras no pudo apoderarse de Cuba, mientras no tenía las condiciones objetivas para apoderarse de la isla? Pues simplemente apoyar al gobierno colonialista español para que este mantuviera en su seno el poder de la isla y evitar que se convirtiera en una guinda del pastel geopolítico universal, apetecido por otras potencias.

Las Guerras de Independencia de Cuba comenzaron el 10 de octubre de 1868. Desde el inicio, el gobierno de Estados Unidos proclamó una famosa neutralidad que no fue tal, porque durante los 30 años que los cubanos pelearon por su independencia, apoyó logísticamente al ejército español, le vendió armas, naves de guerra. Todo el apoyo logístico que España necesitaba, lo recibió de Estados Unidos. Por otro lado, a pesar de su famosa política de neutralidad, hacía prisioneros a los emigrados revolucionarios cubanos, y confiscaba las expediciones que con mucho trabajo lograban armar. Fue totalmente hostil hasta que llegó el momento oportuno, y ese momento oportuno lo brindó la explosión misteriosa del acorazado Maine en la Bahía de La Habana, que justificó la intervención militar norteamericana.

Cambiaron las cosas, el gobierno norteamericano entonces apoyó las expediciones que a partir de ese momento desembarcaron en la isla. Por un instante parecía que los solidarios americanos estaban apoyando la Revolución. La impresión duró poco. Muy pronto los invasores mostraron sus verdaderas entrañas y las verdaderas intenciones que tenían respecto a la Revolución Cubana.

Surge el gobierno de ocupación durante cuatro años, con dos gobiernos interventores, el de Jonh Brooke y el de Leonard Wood. Este último le impone a Cuba, cuando los cubanos discuten la constitución que regiría la naciente república, una enmienda constitucional, la Enmienda Platt, que le daba el derecho al gobierno de Estados Unidos de intervenir en Cuba siempre que consideraran que sus intereses estuvieran en peligro. Consecuencia de esta enmienda, en 1903 surge la Base Naval de Estados Unidos en la Bahía de Guantánamo y comienza una política de injerencismo total en la república mutilada que nace el 20 de mayo de 1902.

En 1906 se produce la segunda intervención norteamericana. El gobierno de la República de Cuba liderado por Tomás Estrada Palma, un hombre que no confiaba en la capacidad de los cubanos para autogobernarse, solicitó a Estados Unidos que interviniera en los asuntos internos de Cuba. El gobierno de ocupación duró hasta el año 1909, y ya en 1912 nuevamente Estados Unidos interviene en los asuntos internos de Cuba. Cuando el gobierno del presidente José Miguel Gómez dio pasos hacia la diversificación del comercio, y hacia un proyecto más nacionalista, Estados Unidos incentiva una revuelta racial en el país y presiona al gobierno de José Miguel Gómez. O exterminaba a los independientes de color, o intervenían militarmente en la Isla. En su represión, participaron directamente las fuerzas armadas de Estados Unidos con la infantería de marina que se encontraba dislocada en la Base Naval de Guantánamo.

Llega el año 1916 y se produce la cuarta intervención militar norteamericana en Cuba. En este caso, lo que ellos han llamado la intervención del dulce o la intervención del azúcar, cuando desplegaron más de 30 000 efectivos a lo largo de la isla durante el período que duró la Primera Guerra Mundial para garantizar la producción de azúcar y la producción de minerales. La Isla, totalmente ocupada, fue testigo de los mayores desmanes de los marines y soldados norteamericanos. Por solo poner un ejemplo de lo que ocurrió en ese período, les diré que en el año 1907 la flota que operaba en el sur de la Isla llegó al puerto de Cienfuegos. El almirante que la comandaba concedió tres días de óseo a los marinos para que hicieran lo que quisieran. Fueron tres días en los que el pueblo cienfueguero tuvo que sufrir los tormentos y las vejaciones de estos, que arrasaron con el pueblo, con la tranquilidad del pueblo, que se lanzó a la calle a pelear a golpes contra quienes profanaban la Patria. El sadismo terminó con los marines entrando a un prostíbulo y quemando viva a una meretriz. Tanta era la afrenta.

Vino una etapa en que los gobiernos cubanos, todos, estaban apoyados o mejor dicho, dirigidos que es la palabra adecuada, por representantes del gobierno de Estados Unidos. Mario García Menocal rendía cuentas diariamente al embajador norteamericano en La Habana William González. Alfredo Zayas lo hacía al General Enoch Crowder, que actuaba como un procónsul lo mismo que Benjamín Summer Wells con el presidente Gerardo Machado.

Cuando se produce la caída de Machado y el establecimiento del gobierno de los Cien Díaz, el gobierno de Franklin Delano Roosevelt no lo reconoce, por la presencia en él de elementos nacionalistas y antiimperialistas. Sin embargo, reconocen después al gobierno espurio de Batista, Kaffery y Mendieta. Decía Earl Smith, el penúltimo embajador de los Estados Unidos en Cuba antes del Triunfo de la Revolución, que, hasta Castro, el embajador de los Estados Unidos en Cuba era la segunda persona en importancia en el país y muchas veces la primera. En aquella Cuba, mandaban los norteamericanos.

Se creó una oficina de Asesoría Militar estadounidense en la Isla. Batista, apoyado por el FBI, creó el Buró Represivo de Actividades Comunistas (BRAC). Los oficiales de las Fuerzas Armadas Cubanas se entrenaban en Fort Bragg, Fort Benning, en la Escuela de Las Américas, en Fort Guly. Una total dependencia y subordinación a las estructuras políticas y militares norteamericanas. La Base Naval de Guantánamo se convirtió en la punta de lanza del imperialismo en nuestra región. Desde ella salió en 1914 la invasión al pueblo mexicano, cuando ocuparon los puertos de Tampico y Veracruz. De la Base Naval de Guantánamo salieron invasiones a Haití, a República Dominicana, a Guatemala, a Honduras.

Cuando triunfa la revolución, uno de los primeros actos del Ejército Rebelde y una de las primeras decisiones que toma el compañero Raúl como jefe del Segundo Frente Oriental Frank País, fue enviar un comandante del Ejército Rebelde, el 1ro. de enero de 1959, con su traje verde olivo, barba, y todo el polvo y el sudor de los días de campaña, a la Base Naval de Guantánamo para decirle al Almirante que la dirigía, que hasta ese día los marines norteamericanos podían entrar en territorio nacional. Hasta entonces, en una historia que se repetía a lo largo de los años de República Neocolonial, los marines norteamericanos provocaban el caos y el desorden a lo largo de la Isla, humillando a sus habitantes.

Cuando analizamos todo ese panorama de la presencia política y militar norteamericana en Cuba, nos damos cuenta del verdadero significado de que el 1ro. de enero de 1959 haya triunfado en nuestro país una Revolución que dijo basta al imperio. A partir de ese momento fuimos un país totalmente libre e independiente. En los asuntos internos de Cuba mandábamos los cubanos, con el pueblo unido a la dirección de la Revolución.

Para concluir traigo una cita de José Martí, a mi modo de ver importante, llena de vigencia. Generalmente cuando hablamos de la visión martiana de detectar a tiempo las apetencias norteamericanas sobre Cuba y sobre nuestra América, nos referimos a su Carta Testamento a su amigo Manuel Mercado. Varios años antes, en el año 1889, Martí le escribió a Gonzalo de Quesada, su secretario:
«[…] sobre nuestra tierra Gonzalo, hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra, para tener un pretexto de intervenir en ella y con el crédito de mediador y de garantizador quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres, ni maldad más fría. Morir para dar pie en que levantarse a esta gente que nos empujan a la muerte para su beneficio…»

Yo creo que esta reflexión de Martí de diciembre de 1889 bien cabe para el momento que está viviendo el pueblo de Venezuela, al cual le enviamos nuestro abrazo más fraterno y nuestro apoyo total.

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