En el mes de septiembre se cumplieron 40 años del comienzo de una de los tantos momentos de tensión en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba que se han suscitado luego del triunfo revolucionario de 1959. Por el nivel de peligro que representó para la humanidad en su conjunto, la crisis más conocida y sobre la que existe ya una valiosa producción historiográfica es la que se desencadenó en octubre de 1962. Sin embargo, otras crisis menores en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos han sido olvidadas o poco trabajadas por los historiadores, quizás porque algunas de ellas fueron realmente “artificiales”, es decir, montadas intencionalmente por algunos sectores de poder en Estados Unidos para afectar las relaciones con la Isla, o iniciadas a partir de presupuestos falsos. Este fue el caso de la denominada “crisis de la brigada soviética en Cuba” en 1979.
Dicha “crisis” tuvo lugar durante la administración de James Carter (1977-1981), un presidente demócrata que, al llegar a la Casa Blanca, se propuso trabajar por el mejoramiento de las relaciones bilaterales, de ahí que en su primer año de mandato se lograran algunas avances como: los acuerdos pesquero y de límites marítimos; la apertura de secciones de intereses en ambas capitales; el levantamiento de las restricciones de viajes a Cuba para los ciudadanos estadounidenses, incluyendo los de origen cubano; la ampliación de los intercambios académicos, deportivos y culturales; conversaciones de numerosas temas entre representantes de ambos gobiernos; entre otros avances. Sin embargo, desde el inicio de la administración se hicieron visibles dos tendencias contrapuestas dentro del legislativo y el ejecutivo estadounidense, la que favorecía el diálogo y el proceso hacia la normalización y aquella que se aferró al mantenimiento del status quo. Por desgracia, esta última fue la que con el transcurso del tiempo fue ganando preponderancia hasta hacerse dominante, siendo la máxima responsable de algunas de las crisis artificiales que se produjeron en las relaciones entre Washington y La Habana durante la administración Carter, todo con la intención de revertir o evitar cualquier avance hacia una relación más civilizada entre ambos países.
La tendencia contraria a la normalización logró primero que el proceso de acercamiento entre ambos países se congelara a partir de la entrada de las tropas cubanas en Etiopía a finales de 1977, y después que las relaciones entre ambos países fueran deteriorándose paulatinamente. Para lograr sus objetivos, los enemigos de la distensión con Cuba –encabezados fundamentalmente por Zbiniew Brzezinski, asesor para Asuntos de Seguridad Nacional– utilizaron numerosos subterfugios como: la alteración de los datos sobre la presencia militar cubana en África, la propagación del mito de una Cuba satélite de los soviéticos en política exterior, la exageración del potencial real y los objetivos de las armas soviéticas en Cuba, así como su propia influencia sobre el Presidente y los medios de comunicación en Estados Unidos.
Sin embargo, podemos afirmar, que con la campaña lanzada por los medios propagandísticos estadounidense en septiembre de 1979 sobre la presencia de una “Brigada de combate soviética en Cuba”, se dio el vuelco ya total en sentido negativo para las relaciones Estados Unidos-Cuba. Todo comenzó en marzo de 1979, cuando Zbigniew Brzezinski pidió a la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos que revisaran la información que tenían sobre tropas militares en Cuba. Como parte de ese estudio, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) elaboró a mitad de julio un informe.
El propio David Newson, subsecretario de Estado para Asuntos Políticos durante la Administración Carter, relataría posteriormente en su libro The Soviet Brigade in Cuba, que la decisión de la NSA, de usar el término “combate” en el informe elaborado, no estaba sustentada en una evidencia fuerte y comprobada. Ello fue ratificado en el prólogo del propio libro por Stanfield Turner, Director de la CIA durante la Administración Carter, quien además reconoció los serios errores que cometió la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos a la hora de manejar la información sobre de la presencia de la “Brigada soviética” en Cuba, la cual fue trasladada a la Casa Blanca de manera festinada, sin antes realizar una evaluación completa de la información con el concurso de otras agencias de inteligencia, lo cual hubiera evitado interpretaciones erróneas. (1)
Robert Pastor, asistente para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional, quien vio interrumpida su luna de miel al ser llamado con urgencia a Washington, ha contando que no veía nada lo suficientemente serio en el asunto como para haber suspendido su “honeymoon”, reconociendo que a diferencia de la Crisis de los Misiles, esta fue una crisis artificial que lejos de unir a la administración, la dividió aún más y le impidió dar una respuesta coherente. “Mi primera reacción…al oír sobre la llamada brigada fue: “Castro nunca va a creer que somos serios”. (2)
Si bien la información solicitada por Brzezinski a la comunidad de inteligencia fue el punto de inicio que desencadenaría en una nueva crisis en las relaciones Estados Unidos-Cuba, las actividades desarrolladas por dos miembros del Senado de los Estados Unidos, provocaron que la situación impactara en los medios de información de los Estados Unidos y alcanzara un relieve nacional. Los congresistas a los que hacemos referencia fueron: Richard Stone y Frank Church, quienes en su lucha por la reelección para el año 1980 en los estados de la Florida e Idaho respectivamente —en su mayoría conservadores—, necesitaban seguir una línea dura en los asuntos internacionales, que les permitiera ganarse al electorado que no les perdonaba haber votado a favor de los acuerdos del Canal de Panamá.(3) Church era aún más vulnerable debido a su visita a Cuba en el año 1977 y sus declaraciones sobre Fidel, que fueron interpretadas en los sectores más conservadores como demasiado amigables.
A mediados de julio de 1979, los análisis de inteligencia de las agencias de los Estados Unidos llegaron a la conclusión de que la “Brigada soviética” presente en Cuba tenía un carácter diferente a una misión consejera y que estaba integrada por varios miles de individuos que estaban trabajando directamente con las fuerzas armadas de Cuba (4). De alguna manera, los rumores llegaron a Stone, quien comenzó a presionar a la Administración para que se pronunciara al respecto.
Entretanto, el 17 de julio, Harold Brown y Stanfield Turner declaraban ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, que no había evidencias de un nuevo incremento de la presencia soviética en Cuba. Frank Church, como Presidente del Comité y el importante senador republicano, Jacob Javits, emitieron un comunicado de prensa apoyando las declaraciones de Brown y Turner. No obstante, Stone no quedó complacido y escribió el 24 de julio una carta al presidente Carter expresando su preocupación y pidiendo más información al respecto. El 27 de julio, Vance –cumpliendo orientaciones de Carter– respondió la misiva ratificando lo señalado por el secretario de Defensa y el Director de la CIA en la audiencia del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. (5)
Según David Newson, a inicios de agosto, fuentes de inteligencia de los Estados Unidos determinaron que un ejercicio de maniobra militar soviética estaba planificado para mediados de agosto en la playa San Pedro de Cuba. Alertadas del plan, tomaron fotografías satelitales que fueron valoradas como una prueba conclusiva de la presencia de una unidad de fuerzas armadas soviéticas en Cuba, aunque no estaba clara la misión de esta unidad. El 22 de agosto, el secretario de Estado y otros altos funcionarios de la Administración fueron informados de esta conclusión. El Presidente Carter, que se encontraba fuera de Washington en un viaje de vacaciones, también fue puesto sobre aviso. “La inteligencia nos fue dada como si los soviéticos hubieran movido tropas a Cuba muy recientemente. Como si se tratara de una nueva información. Ellos reportaron esto como una nueva información porque ellos no habían estado buscando nada como eso en los últimos 13 años”, señaló Robert Pastor en un importante evento académico sobre la guerra fría. (6)
Poco después, se produjo la filtración a la prensa de un compendio altamente secreto de Inteligencia Nacional que pasó por las manos de alrededor de 400 destinatarios en el área de Washington. Dicho documento, transmitía los resultados del “descubrimiento” de la unidad cubana y se refería a ella como una “brigada de combate” (7). Antes de que los medios de información hicieran pública la información filtrada, Cyrus Vance, el más alto funcionario que se encontraba en Washington en ese momento, decidió comunicarse inmediatamente con los soviéticos y poner al tanto a los principales líderes del Congreso de ambos partidos, para evitar que estos obtuvieran la información por otras vías.
Newson llamó al senador Stone, que se encontraba en Florida, durante un receso del Congreso, y le informó que el Departamento de Estado tenía más elementos sobre el asunto de Cuba por el cual él había mostrado tanto interés. Al mismo tiempo, se comprometió a entregarle al senador la información cuando el Senado retomara sus labores, y así lo hizo pocos días después. (8)
El senador Church, que se hallaba en plena campaña electoral en Idaho, fue puesto también al corriente por Newson. El subsecretario de Estado para Asuntos Políticos explicó al senador, que la brigada no representaba una amenaza para los Estados Unidos y que se estaba buscando más información. Horas después, Church llamó a Vance y le expresó que si nadie pensaba hacer pública la información, él debía hacerlo. A lo que el secretario de Estado respondió: “Vamos a confiar en que usted utilice su juicio sobre eso, Senador”, urgiéndolo a no inflar el asunto más allá de su proporción. Vance además enfatizó que el Departamento de Estado buscaba negociaciones con los soviéticos para evitar una crisis. Pero Church, haciendo caso omiso a lo planteado por Vance y teniendo solo en mente la porfía electoral, declaró el 30 de agosto en una conferencia de prensa, que los servicios de inteligencia habían confirmado la existencia en Cuba de tropas de combate soviéticas e hizo un llamado al presidente Carter para que exigiese su inmediato retiro. (9)
Al día siguiente, Hodding Carter, asistente del secretario de Estado de los Estados Unidos para Asuntos Públicos, ofreció una conferencia de prensa en la que afirmó categóricamente que la preocupación del gobierno de los Estados Unidos estaba centrada en el hecho de que había en Cuba “tropas de combate soviéticas” y que no se entendía la racionalidad de esa presencia. (10)
Significativamente, el lanzamiento de toda esta campaña se hizo coincidir con el inicio de la VI Conferencia Cumbre de los Países No Alineados en La Habana. La prensa norteamericana divulgó de manera amplia las supuestas “características” y “objetivos” de la “Brigada soviética”. Se planteaba, entre otras cosas, que la “nueva brigada” estaba constituida por dos batallones de infantería motorizada, un batallón de artillería y cuarenta tanques, así como que esta se adicionaba a la fuerza militar de dos mil asesores soviéticos, que habían estado en Cuba durante 17 años. Además, entre las elucubraciones de los medios se decía que los objetivos de la brigada eran proteger otras instalaciones soviéticas aún no descubiertas, fortalecer la presencia militar soviética en el área y propiciar su expansión junto a los cubanos en el Caribe y América Central, remplazando a los cubanos que combatían en África y comprobar los límites de la “paciencia” de Carter (11). La algarabía fue subiendo de tono al paso de los días.
El 4 de septiembre, el presidente Carter recibió un informe de la Comunidad de Inteligencia sobre la presencia de las tropas soviéticas en Cuba y el Consejo de Seguridad Nacional se reunió para analizar la situación. Al día siguiente, Cyrus Vance ofreció una conferencia de prensa en la que expresó que la naturaleza combativa de la unidad soviética en Cuba era de seria preocupación para los Estados Unidos (12). El 7 de septiembre, Carter, en un discurso televisado, anunció que el asunto de la presencia soviética en Cuba era una cosa muy seria e inaceptable, y mencionó que los Estados Unidos estaban seguros de su habilidad para defenderse a sí mismos y a sus amigos en el hemisferio occidental, de las agresiones externas de un país que había actuado como sustituto de los soviéticos en otras áreas del mundo como África. También ese mismo día, Brzezinski, en una entrevista concedida al Washington Post, señaló que Fidel Castro era un “títere de la Unión Soviética” y que Cuba se encontraba en la situación de un “cliente dependiente de la URSS” (13). A tal punto llegó la exaltación creada, que el Comité de Relaciones Exteriores del Senado decidió suspender la discusión sobre la ratificación del Tratado SALT II y, en lugar de ella, realizar una reunión a puertas cerradas con el director de la CIA y el secretario de Estado para recibir un informe detallado sobre la situación de las tropas soviéticas.
Dentro de la Administración, Brzezisnki encabezaba a los halcones. El 13 de septiembre escribió a Carter: “Hoy muchos en el mundo nos observan para ver cuál será nuestra conducta ante el asunto soviético-cubano”. Más adelante agregó: “El país anhela, y nuestra seguridad nacional necesita, un tono más enérgico y una temática más sustantiva en nuestra política exterior. Creo que tanto por razones internacionales, como por razones de política interna, usted debe endurecer deliberadamente el tono y el contenido de nuestra política exterior”. (14)
Brzezinski pensaba que el Departamento de Estado podía frustrar sus intenciones de endurecer la política: “Me siento preocupado –le dijo al president– sobre cómo y con qué determinación está siendo negociado ahora el asunto de la brigada”. (15)
Días después, Brzezinski volvió a escribirle a Carter y le planteó tres cursos de acción posibles para resolver el problema de la brigada: (1) Una victoria política para los Estados Unidos y para Carter que implicaba el regreso a la Unión Soviética de algún equipamiento y parte del personal asociado (por ejemplo, tanques y equipamiento de ingeniería) y la desagregación de la brigada; (2) una solución cosmética –que Brzezinski rechazaba de inicio– basada en una fórmula para la desagregación de la brigada y la ampliación de su rol de entrenamiento; (3) un endurecimiento de manera sostenida de la política hacia la URSS, aunque no se resolviera el problema de la brigada. Esta última propuesta significaba que los Estados Unidos reconocerían abiertamente su incapacidad para forzar la salida de la brigada, pero que en consecuencia, impondría sobre la URSS un costo por ignorar los intereses de los Estados Unidos. Brzezinski señalaba a Carter que la primera salida era la mejor, pero si resultaba imposible, la tercera variante era mucho mejor que la segunda. “Un paulatino pero firme endurecimiento de nuestra política es, por tanto, la alternativa preferible, expresó Brzezinski a Carter.
Para respaldar su opinión Brzezinski utilizó consideraciones internas:
Existe un beneficio político directo en la adopción de la tercera vía. Esto pondrá en su lugar a [senador Ted] Kennedy [quien se esperaba fuera el contendiente de Carter para la nominación como candidato presidencial por los demócratas]. Al endurecer nuestra política hacia los soviéticos, usted forzará a Kennedy a respaldarlo o a oponérsele. Será difícil para él permanecer callado. Si lo respalda a usted, está respaldando a un presidente fuerte y enérgico. Si se le opone, puede ser fácilmente tildado como un McGoverniano de último momento. (16)
Por su parte, Vance tenía sus reservas a la hora de tomar una postura pública sobre la brigada soviética en Cuba pues sabía que la información de inteligencia no era segura, además no quería poner en peligro la ratificación del SALT II en el Congreso estadounidense. Carter también sabía que la información de inteligencia era dudosa, pero como bien señala Piero Gleijeses, “Brzezinski, no Vance, tenía el oído del presidente. Y las elecciones presidenciales acechaban” (17). El manejo de Carter de la “crisis” demostró que por consideraciones de política doméstica estaba dispuesto a empeorar sus relaciones con la URSS y sacrificar la ratificación del SALT II. (18)
Robert Pastor reveló también años después que en el ejecutivo estadounidense hubo de inmediato dos puntos de vista sobre la manera en que los Estados Unidos debían encarar la situación. Uno, defendido por Brzezinski, que pensaba que la respuesta debía ser fuerte o de lo contrario se le daría más evidencias al movimiento conservador en los Estados Unidos sobre la debilidad de la Administración frente al expansionismo soviético, haciendo imposible la ratificación en el Senado de los acuerdos SALT II. Otra, respaldada por Vance, que señalaba que no se le debía prestar gran atención al asunto, sino más bien tratarlo como un incidente menor, que en nada afectaba los acuerdos SALT. (19)
En el Congreso también se hicieron visibles inmediatamente dos tendencias: una que defendió el criterio de que, para llegar a ratificar el tratado SALT II firmado por Carter y Brezhnev en junio de 1979, la URSS tenía que retirar antes dicha brigada, y otra, reacia a crear ese tipo de vínculo. No obstante, se palpaba ya que la vertiente derechista y conservadora minaba las filas del Congreso. Dentro de ella sobresalió nuevamente el senador demócrata Henry Jackson. En un discurso pronunciado ante el pleno del Senado el 11 de septiembre, Jackson acusó a la Casa Blanca de no actuar con más decisión en cuanto al tema de la “Brigada soviética” en Cuba. (20)
Para el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, el hecho de que los soviéticos, como respuesta a las denuncias y exigencias estadounidenses, renunciaran a llamarle “brigada” a las fuerzas y medios militares que se encontraban en la Isla, y comenzaran a referirse a ella como Centro de Estudios No. 12, constituyó una concesión innecesaria a los yanquis. Así lo recordaría años después en una conversación sostenida con Piotr Demichev, miembro suplente del Buró Político del Partido Comunista de la URSS y Ministro de Cultura:
Aquí había 40 000 soldados soviéticos cuando la crisis de octubre, había varias brigadas, y una de esas brigadas se quedó aquí a solicitud nuestra, y ahí se mantuvo durante casi 18 años, por los menos, era algo aceptado por todo el mundo. Sin embargo, cuando este asunto salió a la luz pública entonces la Unión Soviética adoptó una posición que a nuestro juicio, era una concesión innecesaria. A pesar de que nos consultaron la opinión, antes de que nosotros decidiéramos la respuesta, se anunció públicamente que aquí no había ninguna Brigada y que eso era un Centro de Estudio, el Centro de Estudio No.12. Y yo me pregunto por qué había que hacer esa concesión al imperialismo.
A nosotros no nos quedó más remedio, para no contradecir a los soviéticos, que decir que ese era un centro de estudio muy bien equipado, muy bien preparado, que podía ser útil en una situación de guerra.
Nos crearon una situación difícil, delicada con ese problema. Se hizo una concesión al enemigo porque yo no sé por qué no se podía reconocer y admitir que había una brigada soviética aquí. (21)
Al hacer un análisis de las raíces de esta nueva crisis artificial, se puede dilucidar que esta tuvo varios objetivos e intereses definidos: primero; “la crisis” se hizo coincidir con la celebración en La Habana de la VI Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, en la que estaba previsto que Cuba ocupara la presidencia del movimiento. Washington y sus aliados, en una primera etapa, realizaron todo tipo de presiones y campañas para que la Isla no fuera la sede y posteriormente orquestaron sus cabildeos en numerosos países para impedir que se aprobara el “documento final” propuesto por Cuba, segundo; la campaña trató de crear la imagen de que los procesos revolucionarios en América Central y en el Caribe no eran el resultado de las contradicciones internas y las luchas de clases en esos países, sino que estaban azuzados por las acciones subversivas de Cuba, la cual hacía el trabajo sucio de la URSS en la región. De esta manera, los Estados Unidos buscaban pavimentar el camino para una posible participación militar futura más directa en el área. Tercero; los sectores interesados en entorpecer las negociaciones con la Unión Soviética sobre limitación de armamentos estratégicos, detener el proceso de distensión y favorecer el armamentismo, maniobraron rápidamente para vincular la crisis artificial con las negociaciones SALT II, al tratar de hacer ver que la URSS y Cuba habían dado nuevos pasos en el campo militar, y cuarto; el presidente Carter trató de utilizar la “crisis” para dar la imagen de un presidente fuerte y elevar su prestigio con vistas a la campaña por su reelección, en momentos que su popularidad había disminuido considerablemente. (22)
El 28 de septiembre, Fidel Castro, en conferencia de prensa ofrecida a un grupo de periodistas norteamericanos y a la prensa internacional acreditada en Cuba, condenó y desenmascaró de forma enérgica la nueva campaña dirigida contra la Isla:
Eso que ustedes llaman brigada, y que nosotros llamamos centro de instrucción, está en Cuba desde hace 17 años. Esta instalación militar fue creada al final de la crisis de octubre de 1962, conforme al espíritu de los acuerdos de octubre de ese año y dentro del status quo establecido como consecuencia de la crisis de octubre.
Este hecho, esta instalación, la conocían y la conocieron todos los presidentes sucesivos que han pasado por los Estados Unidos. Esta instalación la conocía la CIA,… y tenía necesariamente que conocerla Carter, (…)
Y yo pienso que la actuación de Carter en relación con este problema ha sido deshonesta, ha sido inmoral y ha estado engañando a la opinión pública mundial y a la opinión pública de los Estados Unidos, (…)
Y entonces ellos manejaron esto asociado a la Sexta Cumbre. Porque se sabe que unos días antes de la Sexta Cumbre en el Departamento de Estado llamaron a Church y le dieron esta información, información de este tipo para que él hablara.
Ahora, no pensaron que esto podía convertirse en un boomerang que podía amenazar, incluso, los Acuerdos SALT [se refiere al SALT II] y convertirse en un desastre político para la Administración Carter. O tal vez pensaron que, como el Acuerdo SALT es muy importante, esto podría servir para hacer exigencias a Cuba y a la Unión Soviética, e infligir una humillación a Cuba, obstaculizar el trabajo de Cuba como dirigente del Movimiento de los No Alineados; y de paso presentar a Carter como hombre enérgico que obtiene una victoria en el terreno internacional. (23)
Diez días antes de la conferencia de prensa ofrecida por Fidel, la CIA había elaborado un informe donde se evidenciaba que se había creado una exaltación innecesaria, pues la “Brigada soviética” en Cuba no representaba peligro alguno para los Estados Unidos. El informe de la agencia decía entre otras cosas que: “Una unidad de infantería de combate soviética —que los soviéticos llaman brigada— ha estado en Cuba desde, al menos, mediados de la década de 1970. Es posible que la unidad o su precursor hayan estado allí desde principios de la década de 1960 como residuo de la presencia de tropas soviéticas en 1962. (…) La brigada carece de la capacidad de establecer un puente aéreo y marítimo necesario para brindarle un poder de proyección. En cualquier caso, pensamos que es bastante poco probable que los soviéticos vean esta misión como plausible tanto desde el punto de vista militar como político”. (24)
Carter se vio obligado a dirigirse nuevamente a la nación y al mundo el 1ro. de octubre: “Recientemente –señaló el Presidente– la inteligencia estadounidense obtuvo evidencia convincente de que algunas de estas fuerzas soviéticas habían sido organizadas en una unidad de combate. Cuando la atención se centró entonces en una revisión cuidadosa de los datos anteriores de inteligencia, fue posible para nuestros expertos concluir que esa unidad había existido por varios años, probablemente desde mediados de 1970 o posiblemente aún más tiempo”. Más adelante advirtió: “Esta no es una fuerza muy grande ni tampoco una fuerza de asalto. No representa una amenaza directa para nosotros. No tiene capacidad de transporte aéreo o marítimo. En contraste con la crisis de 1962, no implica una amenaza nuclear contra los Estados Unidos. No obstante, esta ‘Brigada soviética’ en Cuba es un asunto grave, que contribuye a la tensión en el Caribe y en la región centroamericana” (25). Asimismo, expresó que la presencia de la “Brigada soviética” en Cuba era una manifestación de la dominación de Moscú sobre Cuba. (26)
En sus palabras, Carter hizo público que tomaría un grupo de medidas para contrarrestar el supuesto activismo soviético-cubano en el hemisferio, tales como: aumentar la vigilancia sobre Cuba —con lo que dejaba claro que se reanudarían los vuelos espías sobre la Isla—, asegurar que ninguna unidad soviética en Cuba pudiera ser utilizada como fuerza de combate para amenazar la seguridad de los Estados Unidos o de cualquier otra nación del hemisferio; crear una Fuerza Conjunta de Contingencia para el Caribe con su cuartel general en Cayo Hueso, Florida; incrementar las maniobras militares en la región, principalmente en Guantánamo; y aumentar la ayuda económica y humanitaria de los Estados Unidos a los países que deseaban “resistir los disturbios sociales y la posible dominación comunista”. (27)
No obstante, Carter exhortó al Senado norteamericano a que ratificara el Tratado SALT II, lo que era un poco contradictorio, pues si por un lado ordenaba la aplicación de medidas con un carácter de guerra fría, específicamente para la región centroamericana y caribeña, por el otro insistía en la ratificación del SALT II, con lo que se posicionaba a favor de la distensión. Tal parece que, a esas alturas, los escenarios se le habían complicado tanto a Carter, que no podía ser congruente en sus decisiones y dirección política. Pero algo más podía interpretarse de la actuación de Carter: quería quedar bien con dios y con el diablo con el objetivo de ganar la mayor cantidad de simpatizantes en pos de las elecciones presidenciales que se avecinaban, pues al tiempo que defendía la ratificación del SALT II, le pasaba la mano a los halcones del Congreso y del Pentágono, mostrándose frente a ellos como un firme anticomunista capaz de enarbolar “el gran garrote” de Teodoro Roosevelt.
El 4 de octubre de 1979 el diario español Mundo Obrero, en un artículo titulado “La minicrisis del Caribe”, señalaba: ¿Quién amenaza a quién? ¿Quién ocupa territorios del otro país? ¿Cuba o los Estados Unidos? El fariseísmo de Carter, enviando su flota a hacer maniobras en la zona del Caribe, es de antología. El desembarcar marines en Guantánamo es, perdónenos la expresión, una chulería cuya única explicación posible es la de echar carnaza a los belicistas del Pentágono para poder salvar así el SALT II. (28)
Un despacho cablegráfico de ANSA reflejó al día siguiente de la intervención radiotelevisada de Carter que: “el discurso del presidente Carter sobre la cuestión de las tropas soviéticas en Cuba no había mejorado sustancialmente las posibilidades de una rápida ratificación del Tratado SALT, por parte del Senado norteamericano”, e hizo mención a las declaraciones de Frank Church, paloma convertida en halcón y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, quien había planteado que “las aseguraciones dadas a Carter por los soviéticos eran insuficientes” y que el Senado insistiría al Presidente, antes de que el Tratado SALT II fuese aprobado, dar personalmente la garantía, basada en informes de los servicios especializados de que las tropas de combate soviéticas ya no estaban desplegadas en Cuba.
Por esos días, también las agencias de noticias hicieron referencia a las reacciones negativas que el discurso de Carter provocó en los senadores Richard Stone y Howard Baker, el gobernador de California Edmund Brown y el republicano John Connally (29). Evidentemente, las valoraciones y medidas adoptadas por Carter en torno a la crisis de la “Brigada soviética”, les parecían muy débiles a los partidarios de la guerra fría dentro del establishment estadounidense. Incluso un grupo de senadores llegó a proponer que se prohibiera la venta de granos a la Unión Soviética, debido a la existencia de tropas soviéticas en Cuba, pero la idea fue rechazada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos (30). Esa tendencia hegemónica dentro de las filas del legislativo fue la que logró que, al día siguiente del discurso de Carter ante la nación, el Senado adoptara una resolución que señalaba que SALT II no podía ser ratificado hasta que el Presidente diera seguridad de que las tropas soviéticas en Cuba no tenían un rol combativo. (31)
En La Habana, Wayne Smith, al frente de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos, manifestaba en sus intercambios íntimos con los funcionarios cubanos sus discrepancias con la política de los Estados Unidos hacia Cuba, especialmente con la línea de Brzezinski. Alfredo Ramírez, jefe del departamento de Estados Unidos en el Ministerio de Relaciones Exteriores, reportaba al viceministro René Anillo, el 5 de octubre de 1979, sobre un contacto con Smith:
Considera que Brzezinski, al que llamó «El Doctor» y «El Sabio», logró una vez más convencer a Carter en esta crisis, como le llamaron algunos, y «comedia» como la llama el Presidente, Fidel Castro.
Señaló que evidentemente Brzezinski, tiene un odio exacerbado por Cuba y la supuesta influencia que nuestro país irradia en América Latina y el Caribe. Que él no se explica la razón de este odio, el cual periódicamente se trasluce en situaciones como la pasada crisis.
Considera la «crisis como cosa pasada» y que lo importante es evitar que deje «huellas» en ambos países, para poder continuar avanzando al menos en un ‘clima armónico’ desde ahora hasta finales de 1980 etapa en la cual no considera (aun antes de la crisis) que pueda avanzarse mucho.
Destacó en varias oportunidades, que lo importante es «que la puerta continúe abierta, para poder trabajar» (…)
Algo que aun no se explica, expresó Wayne, es la información de la comunidad de inteligencia de su país, la cual en una ocasión –con motivo de la denuncia del senador Stone sobre el supuesto aumento de las tropas soviéticas en Cuba–, investigó el asunto y recomendó al Departamento de Estado informarle a Stone mediante carta, un NO ROTUNDO a sus acusaciones; sin embargo, meses después brindó una información contraria, lo que impulsó a Church a denunciar el caso. (32)
Por su parte, James D. Theberge, director del Instituto para Estudios Políticos y Conflictos, fustigó con crudeza al Gobierno de Carter en una disertación frente al Comité Nacional Republicano, al decir que el Presidente carecía de una visión estratégica para proteger y hacer progresar los intereses de los Estados Unidos en la Cuenca del Caribe. Theberge propuso que se adoptaran las siguientes medidas para contrarrestar el “desafío soviético-cubano” en la región centroamericana y caribeña:
• Que los Estados Unidos propusieran que la OEA fuera un instrumento de cooperación económica y se explorara la posibilidad de establecer un fondo de desarrollo del Caribe con un capital inicial de 100 millones de dólares.
• Establecimiento de una estación de Radio Cuba Libre, para informar al pueblo cubano sobre las aventuras de Fidel Castro en ultramar, su costo en vidas y sufrimientos a los cubanos, sus efectos en sus niveles de vida y contrarrestar la propaganda cubana contra los Estados Unidos.
• Restringir el turismo hacia Cuba solo a viajes humanitarios y familiares, a fin de reducir los estimados de entre 150 millones y 200 millones de dólares de ingresos que Castro espera por concepto de ese turismo.
• Aumentar la vigilancia y fortalecer las actividades de inteligencia en la región del Caribe dirigidas contra Cuba.
• Apoyar a las fuerzas anticastristas, particularmente a las que disputan la supremacía de guerrillas con apoyo cubano.
• Realzar permanentemente la presencia naval de los Estados Unidos y las estructuras básicas en la Cuenca del Caribe.
• Demandar la libertad de los presos políticos en Cuba, incluyendo a las mujeres, que sufren condiciones brutales. (33)
El furibundo anticubano y senador demócrata por la Florida, Richard Stone, al parecer nada conforme con la actitud de Washington en relación con la presencia de la “Brigada soviética” en Cuba, lanzó una nueva propaganda malévola para envenenar aún más las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, en este caso, al decir que Moscú estaba ampliando la base naval de Cienfuegos para utilizarla como almacén y servicio para sus submarinos atómicos. Mas, en esta ocasión, la Administración Carter no se le enredaran las cosas, y Cyrus Vance negó ante una rueda de prensa que los Estados Unidos poseyeran indicios que corroboraran la denuncia hecha por Stone. (34)
Como puede verse, la discusión sobre la “Brigada soviética” continuó en los círculos de poder estadounidenses durante todo el mes de octubre de 1979. A mediados del propio mes, McGeorge Bundy, quien había sido asesor para Asuntos de Seguridad Nacional del presidente Kennedy, reveló que esa Administración había estado de acuerdo en 1963 en que la “Brigada soviética” estuviera en el mismo lugar en el que permanecía en la actualidad. Un testimonio posterior de Robert McNamara, secretario de Defensa durante la Administración Kennedy, ratificó lo declarado por Bundy. Se hacía entonces evidente que, la tendencia antinormalización dentro de la Administración Carter, había creado y explotado a su favor esta crisis artificial en las relaciones cubano-estadounidenses.
A partir de ese momento, la política hacia Cuba de la Administración Carter se montó sobre esta “crisis” y quedó esbozada en la Directiva presidencial/NSC-52, elaborada por Brzezinski y firmada por el Presidente el 17 de octubre de 1979. En ella, quedaron delineados cuatro objetivos específicos: 1. Reducir y a la larga sacar a las fuerzas militares cubanas desplegadas en el extranjero; 2. Socavar la ofensiva cubana en pro del liderazgo en el Tercer Mundo; 3. Lograr que Cuba se contuviera respecto a la cuestión de Puerto Rico, y 4. Impedir la intensificación de la presencia soviética en las fuerzas armadas cubanas.
Para lograr esos objetivos, los Estados Unidos desarrollarían una estrategia para vincular a los gobiernos latinoamericanos con sus propósitos; aumentarían la presencia militar en el área; elaborarían “programas presupuestarios con miras a proporcionar mayor cantidad de asistencia económica y militar a los gobiernos de la región” que, según el criterio estadounidense, respetaban “los derechos humanos y los valores democráticos”; utilizarían a los países más moderados del Movimiento de Países No Alineados para condenar las conductas de Cuba; y presionarían vigorosamente para impedir que Cuba obtuviera un escaño en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o que sirviera de sede para la celebración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. (36)
En correspondencia con la Directiva presidencial/NSC-52, el 5 de octubre se reiniciaron los vuelos espías sobre Cuba y el 17 del mismo mes, 1 800 marines norteamericanos hicieron un simulacro de asalto desembarcando en Guantánamo con tres barcos y usando helicópteros y vehículos anfibios. La intención era clara: mandar un mensaje a Cuba y a la URSS, de que los Estados Unidos tenían la capacidad militar para actuar en defensa de sus intereses en el hemisferio occidental.
Otros pasos dentro de la estrategia militar provocadora norteamericana fueron: la penetración en aguas del Caribe de 25 buques de guerra con fines intimidatorios; la formación de tropas de acción rápida integrada por más de 100 000 soldados; y el establecimiento de 10 aviones supersónicos de ataque A-4 en la base de Cayo Hueso, que podían llegar a Cuba en solo 10 minutos. (37)
Paralelamente, en el terreno diplomático, los Estados Unidos comenzaron a moverse vigorosamente tras bambalinas para evitar que Cuba alcanzara un escaño como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
A 40 años de aquella histeria creada por sectores oportunistas y de extrema derecha en los Estados Unidos para afectar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, y llevar a la administración Carter hacia rumbos cada vez más belicistas y agresivos en el contexto de la Guerra Fría, podemos concluir que la historia no ha cambiado mucho, pues la fabricación de mentiras, crisis artificiales, pretextos y operaciones de bandera falsa han sido una constante en la política exterior de Estados Unidos, en especial como recurso de los grupos de poder más reaccionarios en ese país para justificar escaladas agresivas e injerencistas contra otras naciones. Contra Cuba hoy estos sectores han levantado una montaña de mentiras que se derrumban una y otra vez como castillo de naipes. Primero fueron los supuestos “ataques sónicos” contra sus diplomáticos en La Habana, luego la presencia de personal militar y de inteligencia como la “causa de todos los males en Venezuela” y más recientemente la acusación de que Cuba somete a los médicos que cumplen misión internacionalistas a “trabajos de esclavitud” y seguramente otras burdas manipulaciones vendrán en el futuro. Lo cierto es que Washington no sabe ya que inventar para justificar una política de más de medio siglo de fracasos y que genera cada vez más rechazo y críticas en el mundo, incluyendo en los propios Estados Unidos.
Notas
[1] David D. Newson, The Soviet Brigade in Cuba. A Study in Political Diplomacy, Georgetown University, 1987 (foreword), p. X. [2] “Global Competition and the Deterioration US-Soviet Relations 1977-1980”, Fort Lauderdale, FL, 23-26, March 1995, The National Security Archive. The Carter-Brezhnev Project, www.gwu.edu/-nsarchiv/carterbrezhnev/index.html, pp. 141-142. [3] David D. Newsom, The Soviet Brigade in Cuba. A Study in Political Diplomacy, ob. cit., pp. 12-15. [4] Ibídem, p. 20. [5] Barry Sklar, “El Congreso y la normalización de relaciones con Cuba”, ob. cit., p. 168. [6] “Global Competition and the Deterioration US-Soviet Relations 1977-1980”, ob. cit., p. 150. [7] David D.Newson, The Soviet Brigade in Cuba. A Study in Political Diplomacy, ob. cit., pp. 21-22. [8] Ibídem, p. 21. [9] Ibídem, p. 34. [10] Appendix A, Department of State, Daily Press Briefing, Friday, August 31st 1979 in David Newson, The Soviet Brigade in Cuba. A Study in Political Diplomacy, ob. cit., p. 60. [11] Luis Mesa Delmonte, “Administración Carter (1976-1980)”, en: De Eisenhower a Reagan, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, p. 271. [12] Appendix B, Press Conference, Secretary of State Cyrus R.Vance, September 5th, 1979, en: David Newson, The Soviet Brigade in Cuba. A Study in Political Diplomacy, ob. cit., p.67. [13] Citado por la agencia AFP, 7 de septiembre de 1979, en: Información cablegráfica del CC del PCC, no. 208, La Habana, 8 de septiembre de 1979. [14] Citado por Piero Gleijeses, en: Vissions of Freedom. Havana, Washington, Pretoria, and the Struggle for Southern Africa, 1976-1991, ob. cit., p. 128. [15] Ibídem. [16] Ibídem, pp. 130-131. [17] Ibídem, p. 129. [18] Ibídem, p. 132. [19] “Global Competition and the Deterioration US-Soviet Relations 1977-1980”, ob. cit., p. 144. [20] Emisora “Voz de los Estados Unidos”, 11 de septiembre de 1979, en: Información cablegráfica del CC del PCC, no. 211, La Habana, 13 de septiembre de 1979. [21] Conversación del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, con Piotr Demichev, miembro suplente del Buró Político de Partido Comunista de la URSS y Ministro de Cultura, Palacio de la Revolución, 8 de enero de 1984. Archivo del Consejo de Estado. [22] Luis Mesa Delmonte, “Administración Carter (1976-1980)”, ob. cit., pp. 273-274. [23] Conferencia de prensa ofrecida por Fidel Castro el 28 de septiembre de 1979 a un grupo de periodistas norteamericanos invitados y a la prensa extranjera acreditada en Cuba, Bohemia, no. 40, La Habana, 5 de octubre de 1979, pp. 51-57. [24] CIA, “Informe actualizado sobre la brigada de infantería soviética en Cuba”, 18 de septiembre de 1979, www.foia.cia.gov (traducción del ESTI). [25] Emisora “Voz de los Estados Unidos”, 1ro de octubre de 1979, en: Información cablegráfica del CC del PCC, La Habana, 2 de octubre de 1979. [26] Appendix D, Text of Televised Remarks by President Carter, September 7th, 1979, in: David Newson, The Soviet Brigade in Cuba. A Study in Political Diplomacy, ob. cit., p. 83. [27] Citado en “Declaración de Carter en la TV de EE.UU.”, Granma, La Habana, 2 de octubre de 1979. [28] Diario Mundo Obrero, España, 4 de octubre de 1979, en: Información cablegráfica del CC del PCC, no. 233, La Habana, 9 de octubre de 1979. [29] Agencia ANSA, 2 de octubre de 1979, en: Información cablegráfica del CC del PCC, no. 228, La Habana, 3 de octubre de 1979. [30] Emisora “Voz de Estados Unidos”, 4 de octubre de 1979, en: Información cablegráfica del CC del PCC, La Habana, 8 de octubre de 1979. [31] David D. Newson, The Soviet Brigade in Cuba. A Study in Political Diplomacy, ob. cit., p. 49. [32] De A. Ramírez a René Anillo, viceministro de Relaciones Exteriores, 5 de octubre de 1979. Archivo del Minrex. [33] Diario Matutino, Panamá, 6 de noviembre de 1979, en: Información cablegráfica del CC del PCC, no. 265, La Habana, 15 de noviembre de 1979. [34] Agencia EFE, 31 de octubre de 1979, en: Información cablegráfica del CC del PCC, no. 252, La Habana, 1ro de noviembre de 1979. [35] David D. Newson, The Soviet Brigade in Cuba. A Study in Political Diplomacy, ob. cit., p. 49. [36] Directiva Presidencial/NSC-52, 4 de octubre de 1979, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, ob. cit. (Véase anexo 34). [37] Luis Mesa Delmonte, “Administración Carter (1976-1980)”, ob. cit., p. 277. [38] Memorandum for the Presidente from Cyrus Vance, October 1st, 1979, in: www.gwu.edu/~nsarchiv/