Por: Enrique Ubieta Gómez
A pesar del implacable paso del tiempo, de los años de vida y de lucha –el bastón para caminar, la audición y la vista disminuidas–, Harry Villegas Tamayo, de mediana estatura y piel cobriza, es todavía, en el asfalto citadino, un guajiro de la Sierra; un sobreviviente que sonríe sin malicia y responde claro y llano a mis preguntas. Supongo que algunas de las anécdotas que me cuenta, las ha repetido muchas veces. Pero las narra con gracia, como si todavía disfrutara de sus travesuras de guajiro recién llegado a la ciudad. Cuando fue aceptado en la columna guerrillera del Comandante Ernesto Che Guevara, en la Sierra Maestra, tenía 14 años; desde entonces lo acompaña, aún hoy, porque su vida está indisolublemente enlazada a la del Guerrillero Heroico. Su anclaje a la tierra, su sabia franqueza y su fidelidad al mayor Quijote de nuestro tiempo, lo asemejan al personaje de Sancho Panza; pero es mucho más que un escudero. Villegas o Pombo –el sobrenombre que llevó en el Congo y en Bolivia– tenía baterías propias, era ya un incipiente combatiente cuando subió a las montañas, acosado por la soldadesca de Batista y siguió siéndolo después del asesinato de su Jefe en La Higuera. Estuvo con el Che en la Sierra, durante la invasión al occidente del país y en la campaña de Las Villas, lo acompañó en la guerrilla del Congo y más tarde, en la de Bolivia. Perseguido por la CIA recorrió varios países hasta llegar a Cuba, pero fiel a su compromiso, preparó su retorno al país andino, acción que frustrara la muerte de Inti Peredo. Años más tarde, combatió en Angola al ejército racista sudafricano y a los grupos que representaban sus intereses. Participó en los decisivos combates de Cangamba y Cuito Cuanavale y llegó a ser Jefe de Operaciones de la misión militar cubana. Harry Villegas Tamayo (Pombo) es Héroe de la República de Cuba y General de Brigada. Aunque habíamos pactado una conversación sobre la experiencia del Che en el Congo –en el 50 aniversario de su caída en combate, nadie más autorizado para hablar de aquel ser extraordinario– quise que empezara contándonos cómo lo conoció. No olvide el lector que el combatiente que entonces era Villegas, del que ahora habla, tenía 14 años.
El primer encuentro que tuve con el Che fue en la Sierra Maestra, en Canabacoa, un pequeño poblado. En la panadería había un pelotón de la Columna del Che al mando del Chino Figueredo. Hasta allí llegamos, no nos daban entrada y no nos rechazaban, habíamos pertenecido a un pelotón de escopeteros en el Valle del Cauto, hasta que nos cercaron en dos oportunidades, y ya se hacía muy difícil la estancia en aquella zona, y decidimos subir. El Chino no nos dio ingreso, pero nos mantuvo allí, hasta que un día divisamos que venía un mulo con un compañero al lado que era la escolta –por entonces la escolta era Guile, actualmente general de la Defensa Civil– y cuando yo veo, es el Che, una figura esbelta, venía con una gorra toda volteada, desgarbada y su M2 terciado detrás, llegó allí en un mulo grande y nos increpó; llamó al Chino y le preguntó qué hacíamos nosotros allí, y el Chino le explicó que éramos de la clandestinidad, que estábamos esperando para ingresar, entonces preguntó que quién nos había mandado, bueno, fuimos solos, por nuestra propia voluntad, que veníamos a luchar por la independencia de Cuba, a luchar contra la tiranía… El se rió y nos preguntó, con qué. Yo tenía un fusilito 22 de un tiro, y estaba orgulloso de mi fusilito 22, y me dijo: ¿y vos pensás que con eso vas a derrotar a Batista? ¿Por qué no te llenas de valor y bajas otra vez a tu pueblo que está lleno de soldados y te metes detrás de un matorral y con un garrote, le das un garrotazo a un soldado, lo desarmas y vienes con un fusil para acá? Y de verdad que aquello a mí me avergonzó. Porque no había pensado en esa alternativa. Y era factible. Entonces viramos. Era fácil, una cosa tan elemental, a nosotros no se nos ocurrió. Bajamos, pero en aquella época había chivatos, los malos cubanos que eran confidentes de la dictadura, y el carnicero del pueblo era chivato, pasamos por la casa del carnicero, él nos vio y nos denunció enseguida. Luego llegamos a las casas y llegando yo a la mía, a los diez minutos estaba ya el ejército allí tocando, buscándome y tuve que salir por el platanal, la casa mía tenía un platanal grande, brinqué por el platanal, yo conocía más el platanal que ellos y me les fui. Y allí entonces cambiamos, contacté con el resto de los compañeros y cambiamos la idea, ya no era ocultarnos y darle un garrotazo a un soldado, porque ellos andaban buscándonos, y lo hacían en pareja, en grupos, y decidimos entonces contactar con los campesinos, con la gente que tenía comercios, para ver si conseguíamos armamento y de allí nos fuimos para un lugar como saliendo, hacia la desembocadura del Cauto, ya buscando la playa, y allí contactamos con algunos campesinos que tenían armamento y nos lo prestaron, no nos lo dieron, fue prestado, una escopetas, unos revólveres, y ya con este armamento decidimos virar para atrás. Llegamos y ya el Che se había ido, no estaba allí en el campamento, y el Chino nos envió a la Comandancia. Cuando llegamos, el Che nos preguntó cómo habíamos cumplido la misión, le explicamos y entonces nos dio aliento, nos dijo que no importaba que no hubiésemos podido cumplir la misión tal y como él nos había dicho, que lo más importante era nuestra decisión de luchar, nuestra decisión de combatir, de derrotar a Batista, y ya nos dejó con él… y nos distribuyó. Yo me quedé en la Comandancia, empecé como enlace, conocía la Sierra, por lo tanto tenía que empezar a conocer los lugares donde estaban los pelotones del Che, donde estaba la Comandancia de Fidel, para poder realmente ser un enlace útil. Así comencé y ahí me quedé con el Che…
Saltemos en el tiempo, para abordar el tema que habíamos acordado: ha triunfado la Revolución y usted ya es un oficial del Ejército Rebelde, ¿cómo es seleccionado para acompañar al Che en el Congo?
En el caso del Congo, yo no soy parte del grupo inicialmente seleccionado. Recuerda que el Che, antes de ir al Congo, hace su viaje por Asia y por África, fue su último viaje como embajador de la Revolución Cubana, y en ese recorrido contacta con algunos revolucionarios africanos, fundamentalmente; muchos le piden ayuda y él se lo trasmite a Fidel y Fidel acepta. Entre estos estaba Neto y los mozambicanos, pero también la gente de Patricio Lumumba en el Congo. El Che era el intermediario. El grupo del Congo se empezó a preparar; y Dreke era el jefe, pero después el Che decide ir. Durante aquel último recorrido, el Che escribió su famosa carta a Quijano, un periodista uruguayo; en esa carta que luego se conoció como El socialismo y el hombre en Cuba, hace una reflexión muy profunda de hasta dónde había avanzado la Revolución, que lo lleva a considerar que ya no es totalmente necesaria su presencia en Cuba. Hay que recordar que una de las cosas que él le dijo a Fidel cuando se incorpora a la expedición del Granma, es que después de que se tomara el poder en Cuba, quería tener la libertad de seguir trabajando en aras de ayudar a otros pueblos.
Cuando él decide irse, yo estaba en las Fuerzas Armadas, era jefe de personal del Ejército Occidental. Ya la gente preguntaba por el Che, porque había desaparecido, y un día me mandan a buscar del Ministerio del Interior. Ramiro me dice que Fidel había pedido que me localizara porque el Che me había solicitado, que nos iban a ubicar en una casa en Cubanacán y que después nos entrevistaríamos con Fidel. Estuvimos allí varios días, no sabíamos cuál sería la misión, todo era secreto, hasta que un día nos recogen y nos llevan a donde Fidel, que quería saber si estábamos dispuestos a ir a donde estuviese el Che. Le dijimos que sí. Nos dio un Rolex, a mí y al Tuma, y nos planteó que nuestra tarea fundamental era garantizar la vida del Che.
Un día salimos para Moscú, allí nos recogieron los funcionarios, nos metieron en un hotelito, sin hablar ruso…De allí fuimos para El Cairo. En esa ciudad nos quedamos en un hotel más grande. Imagínate, desde que llegamos nuestros funcionarios en cuanto nos vieron exclamaron, ¡cubanos!, por el “uniforme”, cada cubano que iba llevaba el mismo traje. Como no teníamos nada que hacer, salíamos a pasear por El Cairo, nos habían dado muchas medidas de seguridad, porque era peligroso, pero nosotros salíamos… No pudimos reservar el vuelo previsto, estaba totalmente cubierto y tuvimos que volar hasta Dar es Salam en primera clase. Eso fue un impacto. Dos negros montados en primera clase, en un vuelo para África, allí no había otro negro, todos los demás eran blancos. Y nosotros allí, vestidos iguales. Nos ofertaban cosas, no sabíamos que todo estaba pago, y no teníamos dinero tampoco, pero lo aceptamos todo… En Dar es Salam nos dijeron que ya el Che se había ido. Que teníamos que esperar a que saliera el próximo grupo. Los cubanos empezaron a hacernos chanzas y del carajo…, nos decían que había una serpiente muy peligrosa que se llamaba Tres Pasos, que andaba por donde quiera, que teníamos que tener cuidado, no podíamos salir de noche porque te caía de arriba de las matas, y nosotros con todo aquello que era nuevo, pero un día sentimos un bongó, pensamos “hay una fiesta por ahí”, y empezamos a buscar a los compañeros, no había ninguno, todos se habían ido para la fiesta, y nos habían dejado solos. El embajador era Pablo Rivalta, compañero nuestro que había sido de la columna del Che en la invasión. De aquella ciudad salimos y llegamos a un lugarcito que se llama Kigoma, sería muy largo el cuento de toda la travesía. Y en Kigoma pasamos en una lanchita de motor, un bote más bien, y atravesamos el lago. En la margen opuesta, en el Congo, había una casita chiquitica, era una zona desierta, las lomas estaban inmediatamente ahí. El lago Tanganica es prácticamente un mar, son 32 mil km2, no es el más grande, pero está entre los más grandes del mundo. Tiene marejadas, cruzamos, y ahí estaba un médico cuyo nombre no recuerdo. Él tenía la tarea de darnos la mochila, equiparnos e indicarnos que subiéramos. Entonces yo agarré una que tenía como 70 libras, pensé que podía, pero era una loma a 2 000 metros de altura desde la base, y empecé a subir y las piernas se me aflojaron, porque yo no había hecho entrenamiento. Yo salí del Estado Mayor para allá. Entonces le mandé un mensaje al Che y me tuve que quedar. Él mandó a otro compañero de la escolta a que nos recogiera, con dos compañeros más y nos llevaron un termo con te, eso nos fortaleció, nos quitaron la mochila y subí. Bueno, fue un gran impacto, una gran alegría, volver a encontrarnos con el Che, del carajo. Nos quedáramos en la misma cabaña, y me asignan la responsabilidad de jefe de los servicios, tenía un cargo de jefatura en la columna, y el Tuma como escolta. Ahí empezamos realmente todo lo que fue la campaña del África. Realmente el objetivo no era ir a derrotar a Mobutu, sino entrenar a aquella gente que según la información que teníamos y que no fue verídica, eran miles, en cientos de kilómetros liberados. Después supimos que no eran territorios liberados, sino que era tierra de nadie, a los contrarios le interesaban las ciudades y estaban en ellas y bueno, en algunos campamentos, y en el campo, de donde se habían ido todos los belgas. A ellos no les interesaban esas tierras, ni a los africanos tampoco, lo que hicieron fue llegar y llevarse el techo de las casas para mejorar las suyas. Y todo aquello era tierra abandonada. Empezamos a instruir, a tratar, porque no era lo mismo, chocamos con otra realidad, con el tribalismo, no es lo mismo el concepto que tiene el cubano de nación, que el que pertenece a una tribu, que su nación es el pedacito de tierra que tiene. Y chocamos con el oscurantismo, las religiones, la dawa, un conjunto de tradiciones que no eran propiamente nuestras…
El Che escribe en su Diario: “lo cierto es que nuestros propios compañeros tenían una base cultural muy escasa y un desarrollo político relativamente bajo también”. En otra parte de su texto destaca a unos pocos, entre los que está usted, Dreke, Tuma. Al cabo de más de cinco décadas, ¿cómo valora el comportamiento de sus compañeros de tropa en el Congo?
Bueno, hay que interpretarla con el nivel de desarrollo que tenía el Che, desde el punto de vista ideológico. Ya Fidel lo dijo, que desde el punto de vista ideológico el Che ya estaba formado. Habían transcurrido solo meses del triunfo de la revolución, el producto de la esencia ideológica todavía en nosotros no había entrado. Este no era un grupo para el Che, quien iba a ir al frente era Dreke, iban como instructores, y se preparó en el propio combate, no era gente que tuviera una experiencia guerrillera, sino una de anti-guerrilla, porque muchos había participado en la lucha contra bandidos en el Escambray, me entiendes. Por eso es que escogen a Dreke, porque había estado en la lucha contra bandidos en Las Villas, y es el que va, y es negro.
Nosotros teníamos la imagen de que los africanos rechazaban al blanco, digo nosotros teníamos esa imagen. Pero yo no creo que rechazaran al blanco, el blanco era el símbolo del poder, y ellos aspiraban a tener ese poder, los blancos eran los dueños de aquel país, por lo tanto quienes tenían derecho a disfrutar las riquezas de ese país eran ellos, entonces querían tener las mismas posibilidades del blanco. La gente nuestra acababa de salir de la alfabetización, siendo negros todos, más analfabetos eran, no se puede negar la discriminación que había antes en Cuba. No se le puede pedir a un analfabeto que piense como él que era un intelectual, con su capacidad para interpretar aquella sociedad, que era tribal, pero pienso que el nivel ideológico de aquella tropa se manifiesta en su decisión de ir a compartir la lucha con otros pueblos. Eso es una manifestación ideológica muy fuerte. Como es también la que yo valoro más en el Che, su decisión de venir a Cuba a luchar por nosotros sin conocernos. Fueron al África a luchar por los africanos, es una manifestación no pequeña, con más conciencia o menos conciencia, ¿inducida?, puede ser. Inducida por el ejemplo del Che, por la concepción de Fidel del internacionalismo. Pero siguieron y fueron fieles. No sería justo decir que ideológicamente eran totalmente analfabetos.
Hay una diferencia, pienso yo, entre aquella primera misión en el Congo, en la que usted estuvo, y la segunda, en Bolivia. Hay una frase del Che, que dice así: “los militantes revolucionarios que vayan a pasar una experiencia parecida, deben comenzar sin sueños, dejando todo lo que constituía su vida y sus afanes como perdidos ya, y solo deben hacerlo aquellos con una entereza revolucionaria muy superior a lo normal –aun en un país revolucionario–, de una experiencia práctica ganada en la lucha, de un desarrollo político elevado y de una disciplina sólida”.
¿Cuando usted viaja a Bolivia, ha renunciado a su vida pasada?
En la práctica sí. Había dejado detrás mi vida, mi familia, mi padre, mi madre, mi hijo, lo había dejado. Es decir, había una decisión de ser coherente con esos enunciados que tiene el Che. Puedo haber tenido más conciencia de eso o no, puedo haberlo meditado o no, es más, no creo que lo haya meditado así, si te dijera otra cosa, te estaría negando lo que te dije anteriormente de la concepción revolucionaria del Che y de su intelecto, muy por encima del resto. Yo fui por un tipo de compulsión, pudiera decir, no es totalmente conciencia. Esa compulsión es una mezcla entre la conciencia y la fuerza del colectivo, porque el colectivo donde uno se desenvuelve ejerce en algún grado una fuerza, y ese colectivo estaba guiado por una idea del internacionalismo que se inspiraba en Máximo Gómez, en la historia, hasta en Hatuey…, a Hatuey lo quemaron allí, en Yara, o sea que, para más desgracia, también heredé esa historia. Esto es una cosa más conceptual, de más análisis, de más profundidad. Pienso que lo justo, justo, es situarse en el momento histórico que se estaba viviendo, y pedirle a la pera, pera, y al olmo, olmo. No se le puede pedir otra cosa. Y la gente fue coherente con eso. Y muchos de esos muchachos después murieron en Angola. Había un nivel de desarrollo equis, porque no se podía entender la coyuntura del tribalismo. Hay gente un poco más comprometida, El Tuma, yo, que estábamos vinculados al Che, por eso también es que nos escogen, porque teníamos un compromiso moral mucho más fuerte con él.
Tenía la experiencia de haber estado en el África. Y tenía también la experiencia de haber intercambiado más con el Che, de haber analizado más estos fenómenos. Tenía la experiencia, muy fuerte y eso no se puede perder de vista, de lo que representaba en Cuba ser internacionalista. De ahí que tiene tanta importancia la formación en la gente, en los jóvenes, para entender nuestro proceso y para estar dispuesto a hacer eso que hizo el Che, para seguir el lineamiento que nos ha trazado Fidel de estar dispuestos a ir a colaborar en cualquier parte del mundo por cualquiera, para eso hace falta tener de verdad una formación.
El Che se hace una autocrítica muy fuerte en su Diario, dice que debió haber tenido más contacto con su tropa, que como dominaba el francés no tuvo la voluntad de aprender el swahili. ¿Qué usted cree de esa autoevaluación de él?
Pienso que el ejemplo personal es más fuerte que cualquier otro ejemplo, pero el hecho de dominar la lengua materna te acerca mas a la gente, porque después vino la experiencia de Bolivia, el que no domina la lengua materna y domina solamente la del colonizador, no puede llegar a ser parte de esa sociedad. No te ven como un igual. En Bolivia nos pasó con el quechua, con el aymara, cuando llegábamos a esos lugares donde no había nadie que pudiera comunicarse, no teníamos la misma respuesta y aceptación. Fíjate que los pueblos indígenas, cuando tú hablas su lengua que no es la del colonizador, que es una lengua de dominio, no es con la que nacieron, es una lengua impuesta. Y eso nos pasó. Pero él se comunicaba con los líderes nativos. Porque una cosa que tienen estos pueblos es que ha llegado la “civilización”, aunque en el marco de las relaciones familiares y personales no se haya evolucionado hasta llegar al concepto de nación, sí existe la nación, pero está sustentada en la fuerza del colonialismo. Son dos cosas distintas. No es igual –como es el caso de nosotros–, la nación como resultado del desarrollo de las relaciones de producción, que la nación impuesta. Hay algo que está ahí y que no se ve, es un problema en la sicología de esos pueblos que el Che no lo podía resolver: el concepto de líder, de dirigente… el concepto de dirigente en nosotros está basado en el ejemplo personal, en demostrar tus aptitudes, tus cualidades. ¿Cómo elige una manada de caballos a su líder? Por sus aptitudes, tira más patadas, pelea más, esas aptitudes que tiene un caballo para ser el líder en una manada, son otras en el ser humano, pero tienen que estar, y esa capacidad tuya te da autoridad. En el caso de la gente más instruida es la lengua, es la expresión, el conocimiento, que tu trasmites a través de la palabra; en el caso de nosotros, y en el caso del Che fundamentalmente, además del conocimiento, de poder persuadir y convencer a la gente, estaba el ejemplo personal. ¿En qué sustentaba el ejemplo personal? En no decir ve, sino vamos. Ahora, cuando llegas a un territorio como este, eres extranjero –lo quieras o no–, porque ni hablas la lengua de ellos ni eres igual que ellos en tu piel ni en sus costumbres. Hay un principio que establece que las revoluciones no se exportan; las revoluciones la hacen los pueblos. Puedes identificarte con ese pueblo, y seguir sus hábitos y sus costumbres, y mostrar que dentro de ellos tienes las aptitudes para conducirlo, o pueden seguirte porque eres blanco y representas a una “civilización superior”…
Te repito, la suya era una reflexión intelectual muy profunda, hecha por alguien con un nivel de desarrollo superior al que teníamos nosotros. Él no fue a hacer la revolución, por eso yo digo que no fue un fracaso, él fue a instruir, y a ayudar a hacer la revolución. Por lo tanto, él no era jefe de tropa, él dirigía un grupo que se dividió en varios grupos, que iban a donde estaban las tropas nativas, para darles instrucción. Y él no podía estar en todos los puntos donde estaba esa gente, físicamente era imposible. Pero además su función era tener contacto con la gente que tenía la capacidad de dirigir, los nativos que tenían la responsabilidad de ser dirigentes allí, para a través de ellos, influenciarlos, él no podía hacerlo directamente, entiendo yo.
Pienso además, que sí, que pudo haber tenido un poco de más contacto con la gente, pero entonces tenía que asumir que él no era el enlace con los jefes superiores. Hubo un momento en que podía haber dicho: me voy de aquí –que nunca lo dijo, se fue porque la vida lo obligó, pero no porque quisiera–, o suplanto la capacidad de dirección de los nativos, pero era imposible suplantarla. No éramos de allí. Eso podía haberlo dicho en Argentina, pero ni siquiera en Bolivia, porque los bolivianos son muy diferentes, los latinoamericanos somos diferentes unos de otros, somos iguales pero diferentes, por eso es que se ha logrado la unión, teóricamente, con la CELAC, la unión dentro de la diversidad. Somos muy vulnerables al interés material, el ser humano es así, si esa característica del ser humano no puede ser compensada en el socialismo creando riquezas, para que satisfagas sus necesidades dentro del marco del socialismo, el ser humano tiende a irse de manera egoísta tras sus intereses.
Ah, podía decir nos quedamos, y no salimos de aquí. Y la gente no podía salir a pie, porque bueno, eran 12 mil kilómetros, pero eso no quería decir que estuvieran de acuerdo. No sé si tú me entiendes, yo sí estaba de acuerdo, pero yo tenía otra fuerza distinta, una fuerza moral, una fuerza revolucionaria que era mi compromiso con él, con la concepción de Revolución. Pero hay que ver la extracción de cada uno de esos muchachos, de donde los sacaron, como eran, entonces no le puedes pedir al olmo que dé peras…
El Che sintió que la lectura pública de su carta a Fidel lo alejó de sus compañeros. Al respecto escribió: “Por último, pesó en mis relaciones con el personal en los últimos días –lo pude palpar bien aun cuando es completamente objetivo– la carta de despedida a Fidel. Esta provocó el que los compañeros vieran en mí, como hace muchos años, cuando empecé en la Sierra, un extranjero en contacto con cubanos; en aquel momento, el que estaba de llegada, ahora el que estaba de despedida. Había ciertas cosas comunes que ya no teníamos, ciertos anhelos comunes a los cuales tácita o explícitamente había renunciado y que son los más sagrados para cada hombre individualmente: su familia, su tierra, su medio. La carta que provocó tantos comentarios elogiosos en Cuba y fuera de ella me separó de los combatientes”.
Yo creo que está equivocado. ¿Cómo lo sentí yo y cómo creo que lo sintieron los demás también? Para nosotros no significó nada. Porque nosotros estábamos allí siguiendo a un hombre que era un ejemplo. Él para nosotros significó un ejemplo, de sacrificio, de estoicismo, de darlo todo por el ser humano a cambio de nada. Ese es el Che que nosotros veíamos. Ese es el Che que nosotros aceptábamos que nos mandara, no al “líder que nos impusieron”, sino al que se ganó la condición de líder. Y él se la ganó. Es una valoración errónea suya de nosotros los cubanos el que porque ya no estuviera en un cargo de dirección en Cuba, no lo sentiríamos como parte nuestra. Porque sí que era parte nuestra, y porque así lo sigue sintiendo el pueblo cubano, y el pueblo latinoamericano y porque así lo sigue sintiendo el mundo como un ejemplo de estoicismo y de sacrificio. Él sí consideró que se podía haber buscado otro momento, pero es que él escribió la carta para desvincular a Cuba de su decisión y para que se le diera una explicación al pueblo. Y hay un momento en que era necesario dar esa explicación, cuando se va a constituir el Comité Central, en el cual todo ese pueblo consideraba que el Che tenía pleno derecho a estar, así como en la dirección superior del partido. Creo que se equivoca, con su humildad, con su sencillez, al valorar hasta donde él se había adentrado y está todavía dentro de los cubanos. Los cubanos creemos en el Che. Y su ejemplo, más difícil o menos difícil de poder llevar a vías de práctica, es una guía. Muy difícil para nosotros los cubanos, porque nosotros no somos tan sacrificados…
Villegas, con la experiencia y los conocimientos que tiene ahora, si los hubiera tenido en aquel momento, ¿hubiera ido al Congo, de todas maneras hubiera ido a Bolivia?
Yo hubiera ido al Congo, y hubiera ido a Bolivia. Por dos razones: con la experiencia que tengo ahora tengo más elementos, desde el punto de vista teórico, de lo justo que es el sacrificarse por el ser humano, de lo justo que es el querer lo que uno tiene para todos; y en aquel momento, por la influencia del compromiso moral con el Che, porque yo he estado al lado del Che desde que entré en la Sierra Maestra, y porque siempre fue un ejemplo de respeto, de consideración y de preocupación por nosotros como seres humanos.
Pasajes de la Revolución en África: Víctor Dreke
(fragmento)
Enrique Ubieta Gómez
Una pregunta personal, ¿a usted le hubiera gustado ir a Bolivia con el Che?
Sí, a lo mejor si me lo propone me hubieran temblado las piernas, pero seguro que sí, que hubiese ido, pero bueno, fue un grupo de compañeros. Cuando el Che estaba en Bolivia estábamos en la guerrilla de Guinea Bissau y allí nos esteramos de la muerte del Che, y eso fue muy duro, varios habíamos estado con el Che en el Congo. Yo era combatiente del Directorio en Las Villas, y allí llego el Che el 16 o el 17 de octubre, y de ahí venía con él, pero además estuvimos seis o siete meses en el Congo y ahí estuvimos pegados. Además, el primer mes, o los primeros dos meses, estuvimos solos, y la soledad une a los hombres, aprendimos en ese poco tiempo de estar con el Che de la vida, de la Revolución, de los criterios y las concepciones de lucha que tenia. Era un hombre difícil pero si tú trabajabas bien no tenías problemas, eso que él me dice no se te propone ascenso por tener el grado de comandante, el más alto de las FAR en aquellos momentos, me comprometió toda la vida. Era difícil, con él no se podía decir mentiras, la verdad y te decía cuatro cosas, pero ya, no lo engañes, porque él sabía lo que le estabas diciendo y míralo directo a la cara, a los ojos, y dile la verdad. Pero no maltrataba a nadie. Inclusive luego a veces, cuando tocaba, decía oye yo fui el que me equivoque, tú tenías razón. Fíjate que hay algunas cosas que incluso salen en el libro, que él se echa las culpas de algunas cosas que sucedieron allá, que él no la tenía porque él no era el jefe de todo aquello sino de los cubanos, y malamente. Porque, no por sus cualidades, sino porque estábamos dispersos, a kilómetros del Che. Por ejemplo, el ataque de Front du force, siempre hablamos del fracaso, pero ahí fue donde más bajas se le causo al enemigo, estuvieron un día y medio sacando a los heridos y muertos con la aviación. Fue el ataque más fuerte que se le propino a los belgas. Y eso que nos fallo la emboscada. Pero bueno, perdimos cuatro compañeros y eso pesa mucho, para nosotros eso es mortal.
El Che escribe en su Diario: “Descansando en el firme de la loma donde debían esperarnos, hice la amarga reflexión de que éramos trece, uno más de los que tuvo Fidel en el momento dado, pero no era el mismo jefe…”
Ah sí, eso fue un día que nos sorprendieron, ahí el demuestra una vez más su cariño por Fidel. Llegamos a quince, porque nos dispersamos, es decir, nos sorprenden en el campamento, hay que combatir y retirarse y retiramos al Che primero, el no quería retirarse, se lo llevan con varios compañeros mas, y ahí donde hieren a Bahaza, a quien él le dedica el libro, que después murió, al amanecer del día siguiente. Estábamos en una casita de guano en el camino y nos acostamos los tres, Che, Papi y yo. Había un frio del carajo, metimos al Che en el medio y nos tapamos los tres con un pedazo de colcha, que estábamos temblando, porque las otras colchas se las pusimos a este muchacho que estaba temblando del frio en la selva aquella de madrugada. Entonces no quería el ataque a Force, era ilógico, pero se vio obligado, no había otra opción. Lo había exigido el mando congolés y entonces él se echa esa culpa. Cuando el Che se reúne con cada uno de los compañeros que se iban a la guerra, les dijo: aquí vienen a estar cinco años cuando menos, y es posible que te llevemos muerto para Cuba. Le habló a la gente muy claro. Entonces nadie puede decir que por la carta… Lo que desilusionó a los compañeros fue la situación que encontramos allí, porque la mayoría lo que quería era defender al Che, no entendíamos que el Che estuviese allí día a día jugándose la vida. Eso no lo entendían los cubanos. Entonces esa reacción de esos compañeros que plantearon venir, que fueron muy pocos, no llegaron ni a 10, de 130, era por eso. Por la vida del Che, y lo demostraron, porque en el momento en que nos quedamos solos, que se fueron los ruandeses y otros, y nos quedamos solos los cubanos, a los que teníamos desarmados, los armamos otra vez, nos pidieron las armas, y muchos de ellos cumplieron misión después, en Guinea, en Angola, en Haití, y algunos murieron.
Felicidades por el sitio y el relanzamiento de la revista. Solo una cosa: No veo los botones para dar «me gusta», etc, etc…
Me gustó el artículo.
Muy bonito el trabajo presentado y ameno para la lectura
Vale mucho traer la historia al presente para que llegue a los mas jovenes.