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Cuba, ejemplo de lucha y dignidad. Por Guillermo Teillier del Valle

Por Guillermo Teillier del Valle
Diputado de la República
Presidente del Partido Comunista de Chile

Sin lugar a dudas, la Cuba de hoy no es la Cuba de hace sesenta años, dominada entonces económica y políticamente por Estados Unidos a través de la dictadura de Batista y las mafias del país del norte, que operaban a sus anchas en la isla caribeña. Hoy es un país plenamente soberano e independiente. Desde el día mismo que Fidel Castro, Raúl, el Che, Camilo y tantos otros revolucionarios, junto a millones de cubanos y cubanas, hace 60 años, llevaron la revolución a su triunfo, Cuba se transformó en el símbolo de la lucha por la independencia y la autodeterminación de los pueblos.

Hoy, cuando Raúl Castro, Primer Secretario del Partido Comunista y Miguel Díaz-Canel, Presidente del Consejo de Estado, lideran una nueva etapa, cabe preguntarse, ¿por qué Cuba ha podido resistir todas las agresiones, campañas de desinformación, mentiras y amenazas permanentes, en especial desde los Estados Unidos? La respuesta hay que buscarla a través de su historia. La Revolución Cubana abrió paso a un intercambio intenso, ideológico, que fortaleció la cultura del progresismo democrático de izquierda. Millones de personas, asumieron en sus respectivos países, la lucha contra el imperialismo e independientemente de la forma que esta asumiera, se instalaron objetivos de soberanía económica, de recuperación de las riquezas básicas, de reforma agraria, de participación popular y de medidas para enfrentar los atrasos en la educación, la salud, la calidad de vida de las personas, para erradicar el analfabetismo y bajar las altas tasas de desnutrición, mortalidad infantil y de pobreza, buscando terminar con la desigualdad extrema, instalando nuevas formas de distribución. No por casualidad el socialismo se instaló como objetivo a alcanzar en varios de estos procesos.

Como sabemos, el gobierno de Estados Unidos reaccionó de manera violenta y agresiva, primero contra Cuba, con el intento en 1961 de invadirla por Bahía Cochinos y con la infiltración durante años de saboteadores. Junto a ello vino la imposición del embargo y el bloqueo económico más prolongado de la historia moderna que aún persiste, para impedir su desarrollo, produciendo miles de millones de dólares en pérdidas año tras año, con medidas cada vez más drásticas. Y no debemos olvidar el nefasto papel de la OEA, que el año 1962 por imposición del gobierno norteamericano expulsó a Cuba aplicándole medidas sancionatorias, dejando claro que la OEA actúa como un apéndice del Departamento de Estado que, desde Washington, sigue imponiendo hoy medidas coercitivas a las naciones que se apartan de sus designios imperiales.

Indudablemente, la solidaridad internacional jugó en ese momento un papel muy destacado, solidaridad que reconocía y alienta la heroica actitud del pueblo cubano en una lucha tan desigual.

Cuba no solo no claudicó, sino que proclamó el inicio de un proceso de construcción del socialismo, dando paso a la primera revolución socialista en América Latina y el Caribe.

En la década de los sesenta, impulsados por el influjo de la Revolución Cubana, se aceleraron procesos independentistas, democratizadores y de justicia social. Chile no fue la excepción, un proceso unitario de fuerzas políticas y sociales de izquierda y de centro, logró alcanzar el gobierno con el presidente Salvador Allende el año 1971. El gobierno de Estados Unidos no solo trató de impedir su triunfo, sino que propició, alentó, financió y prestó asistencia logística al golpe de estado y a sus cabecillas civiles y militares. Los golpes se sucedieron en Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Perú y otros países de manera sistemática y estratégica. Estos ya se venían produciendo desde el año 1954 en Guatemala y tenían por objeto asegurar la hegemonía y los intereses norteamericanos en la región, en medio de la Guerra Fría. Pero fue después de la Revolución Cubana que los golpes de estado tuvieron un objetivo estratégico más general, para el conjunto de países del continente, con la finalidad de erradicar el izquierdismo, las ideas revolucionarias, socialistas y democráticas avanzadas, no solo por la coerción política e institucional, sino que también por la eliminación física de personas. La coordinación y la colusión, entre Estados Unidos y las dictaduras quedó claramente demostrada con la Operación Cóndor, en el Cono Sur, que coordinaba los servicios de inteligencia para facilitar razias de exterminio en diversos países.

Varios de estos países se transformaron en conejillos de indias para instalar e institucionalizar el neoliberalismo, la nueva expresión del capitalismo que surgió de la mano con la globalización de la economía y la liberalización e integración financiera, a escala mundial. Es también la respuesta del capitalismo a la crisis de los ochenta en que la cuantía de la deuda externa afectaba gravemente a los países subdesarrollados.

Es una realidad que precede a la caída del socialismo en la antigua URSS. Fukuyama proclama el fin de la historia, como lucha de ideologías, porque se ha impuesto la “democracia neoliberal”. Se impone el Consenso de Washington: privatización de empresas públicas, liberalización del comercio y de los mercados de capitales, inversión extranjera directa, para lo cual se exige la desregulación de los mercados laborales internos y la reducción de gastos del estado, junto a la reducción de impuestos a las grandes empresas. El papel del estado pasa a ser meramente subsidiario, pudiendo realizar en materia económica, solo aquello que los privados no pueden realizar.

Parecía una tendencia incontrarrestable. En Cuba, surge el Período Especial, de drásticas restricciones y penurias económicas. Pero no es el fin de la historia. El socialismo en Cuba, frente a todas las predicciones catastróficas, sigue vigente. Y no deja de ser el símbolo de la esperanza de todos los que luchan por la justicia social.

Este simbolismo se había acrecentado a finales de los ochenta cuando Cuba apoya a Angola en su lucha por la independencia y logra la derrota de las tropas sudafricanas apoyadas por Estados Unidos en la batalla de Cuito Cuanavale, que significa también la derrota del Apartheid en Sudáfrica, que asocia de manera indisoluble las figuras de Fidel y Mandela.

Ya el comandante Ernesto Che Guevara había combatido en el Congo y en Bolivia significando el gran compromiso revolucionario de Cuba. En octubre de 1967, el comandante Ernesto Che Guevara es asesinado por orden de la CIA en Bolivia después de un heroico intento de aportar al proceso revolucionario en el corazón de América del Sur.

Este duro golpe, lejos de detener las luchas, con el ejemplo sublime del Che se fortalecen, lo mismo ocurre en Cuba. La esperanza que se genera es movilizadora. Los pueblos trastocan los designios del imperio y eligen gobiernos democráticos que de alguna manera responden a sus demandas. Durante la primera década de siglo XXI surgen gobiernos como los de Ecuador, Bolivia, Argentina, Brasil, El Salvador, Uruguay, Venezuela, a los que se agrega Nicaragua.

El 2005, en la Cumbre de Mar del Plata, ante las propuestas de Argentina, Brasil y Venezuela, el gobierno norteamericano sufre un revés histórico al ser rechazada el ALCA, tratado con el que le imponía a América Latina condiciones de sumisión económica en beneficio del imperio y de los grandes consorcios del comercio, en detrimento de los estados nacionales.

Coincidencia o no, junto con el recrudecimiento de las agresiones a Venezuela a partir del fallecimiento del comandante Hugo Chávez el año 2013, una ofensiva de sectores políticos y empresariales de derecha logra imponer a Macri en Argentina el 2015 y destituye a Dilma Rousseff mediante un golpe parlamentario en Brasil el 2016, que culmina con la elección del ultra derechista Jair Bolsonaro en el 2018.

Donald Trump es elegido presidente en enero de 2017 y sus primeras medidas son cancelar gran parte de los acuerdos logrados después de la restitución de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos y endurecer las reglas del comercio. Ello se había constituido en un gran triunfo de la revolución y de la comunidad internacional, que exige el fin del bloqueo y las medidas de coerción económica hacia Cuba, política inhumana y fracasada.

Como han fracasado todos los que pensaban que, eliminando al comandante Fidel Castro Ruz, contra el cual atentaron cientos de veces, se terminaría la revolución. Al contrario, el pueblo conmocionado, de forma multitudinaria, despidió a su Comandante en Jefe prometiendo y juramentando lealtad a la revolución. Que 8 millones de personas hayan participado en la construcción de la Nueva Constitución que proyecta el socialismo hacia el futuro, habla de ese compromiso. Es la ética de los revolucionarios, el respeto por el pueblo, la dignidad y la entrega en cada ocasión, es el amor por la independencia y la autodeterminación, la igualdad y la atención a los derechos de las personas y las luchas que se hermanan en el mundo entero, lo que mantiene viva y fulgurante a la Revolución, que sucedió hace 60 años en nuestra América.

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